La realidad de los nativos es distinta a todos los habitantes del Perú, su filosofía de vida es distinta, su pensamiento es sublime, su mundo la naturaleza. Es verdad que pueden existir agitadores y oportunistas políticos que se aprovechan de su inocencia para maquinar maquiavélicos planes subversivos y que existe una corriente chapista y evista que pretende sacar partido de los problemas recientemente ocurridos.
El planteamiento de los nativos es sencillo, la naturaleza les pertenece y siempre les ha pertenecido desde generaciones primigenias, sus padres habitaron esas tierras y sus abuelos y los padres de sus abuelos.
Nunca necesitaron más armas que las lanzas de madera que usan para la caza y los elementos rústicos que le ayudan a vivir, como los que usan en la siembra o la pesca. Si enferman están las plantas, si tienen hambre las plantas, la caza y la pesca, las fronteras que conocen a veces las marcan los ríos torrentosos, no comprenden más que la tierra es una herencia que les ha sido legada y que hay que cuidarla. Esos son los verdaderos nativos.
Es difícil imaginar un grupo de aguerridos hombres semidesnudos armados con lanzas y flechas intentando boicotear un tratado de libre comercio del cual desconocen su significado y si saben de su existencia es debido a los políticos oportunistas que buscan agitar el río para tener ganancia de pescadores.
No han visto más allá de la realidad que les otorga la naturaleza, contradecir eso es mentir inútil, descarada y malévolamente. No se puede negar la tragedia que siempre ha vivido, desde el caucho, hasta el senderismo, desde el narcotráfico hasta los abusos despiadados narrados en las crónicas de buscadores de oro.
Mientras tanto una congresista acusa a otra de ser una simple profesora, la otra responde más iracunda que una vendedora de gas no puede ser congresista, esos gestos de intolerancia son los que han sumido a la patria en una hemorragia. Los congresistas juegan a la escuelita, mientras las madres lloran a sus hijos, los hijos lloran a sus padres, otros menos afortunados buscan a sus muertos en sus sueños, en los ríos, en las letras chiquitas que tienen los contratos turbios, esas que cuando uno firma no lee, esas que son casi invisibles como el dolor de los peruanos para ellos.
Mientras los congresistas jueguen a la escuelita, el Perú no va a salir de este callejón, mientras se insulten y se comporten como niños maleducados, insolentes, dormilones, vulgares, presumidos. El Congreso también es todas las sangres, en él se reune el Perú de sur a norte y de este a oeste. En el se juega a la escuelita, con un profesor que no tiene palmeta y solo suspende reuniones, sin saber que la muerte nunca espera.