Luego de que la semana pasada se pusiera al descubierto el sonado caso de espionaje en el que se daba cuenta que el suboficial de la Fuerza Aérea del Perú (FAP) Víctor Ariza Mendoza vendía información clasificada a Chile, una red de versiones se han tejido en torno al tema.
Ha sido triste descubrir que en el Perú existen militares de esa catadura moral y que han puesto en riesgo la vida de 28 millones de peruanos por unas monedas. Entre la información que el espía entregó a Chile se encuentran las características del Núcleo Básico de Defensa (NBD), que tiene como objetivo alcanzar hasta el 2011 un nivel de operatividad de las Fuerzas Armadas para responder a una eventual agresión externa.
Ahora se comprende claramente por qué Chile ha incrementado sus compras de armamento. En el 2006 se aprobó la ejecución del Núcleo Básico de Defensa, que incluye la recuperación de la operatividad de una parte de la flota de las aeronaves de combate: 12 Mirage-2000, 19 Mig-29 y 18 Sukhoi-25. Como respuesta, Chile añadió a los 10 F-16 que compró a EEUU, otras 28 unidades de F-16 a Holanda. Es obvio que después de enterarse de las características del Núcleo Básico de Defensa, muy probablemente con información vendida por Ariza, Chile duplicó sus compras de armamento.
El caso de espías en el Perú no es nuevo a mediados de los 70 Vladimiro Montesinos vendía información a la CIA interesada en las ventas de armas soviéticas al gobierno de Juan Velasco Alvarado.
Era 1978 y el entonces suboficial de la FAP, Julio Vargas Garayar, fue encontrado fotografiando la base militar aérea de La Joya, en Arequipa. Al igual que Ariza, se descubrió que trabajaba para los chilenos. Vargas Garayar, quien laboró para la embajada chilena en Lima, fue fusilado un 20 de enero de 1979 por traición a la patria. Fue la última ejecución que ocurrió en el Perú.
El caso del suboficial de la aviación ecuatoriana Enrique Duchicela fue destapado en el libro Muerte en el Pentagonito, del periodista Ricardo Uceda. Duchicela fue torturado, muerto y calcinado en 1988, en un horno del sótano del Servicio de Inteligencia del Ejército tras ser acusado de montar una red de espionaje. En 1989 el SIE ejecutó a Sub oficial EP Marco Barrantes Torres, por espiar para Ecuador.
Los espías deben ser juzgados como tales y no debe existir el menor reparo en la sanción que se les aplica, siempre han sido “desaparecidos” en todos los países y en todos los gobiernos, este no puede ser la excepción.
Sin embargo debe tenerse en cuenta que no es un caso aislado y que se trata de una red, con miembros que deben seguir la misma condena. Pero no solo espiar a nuestra patria es traición, también lo es vender con impunidad nuestros recursos a países vecinos que siempre nos han tenido en la mira. Otros judas caminan libremente, legislan y hasta están imbuidos en el más absoluto poder.