Para ti, por tu ternura inacabable.
Hoy escribo para ti, cada vez que lo intenté acabé perdiéndome en un mar de ausencia, acabé mojado con esa sustancia indefinida con la que la vida nos envuelve en la madrugada cuando los insomnios son más aterradores que a media noche, cuando vemos pasar las horas idas, una a una, sabiendo que nunca más van a regresar y el miedo nos arrastra.
La vida tiene caminos, cada uno de ellos nos conduce a una puerta, a veces las puertas cerradas no se abren y otras solo se cierran lentamente al vernos pasar, pero el amor es indefinido también como fue el fruto de tu vientre, aquel que una noche se hizo carne en medio del rumor de la lluvia cuando las horas corrían por las ventanas y ni tus manos ni las mías podían atraparlas, nuestras miradas no veían nada más que la oscuridad de un día nuevo.
De aquí a unos días o años ya no estaremos como ahora, yo ya no estaré en este mundo que construí para ti y para los nuestros, es decir, la humanidad, por eso a veces lloro en soledad sobre los cadáveres de días vividos y de atados recuerdos que se diluyen como sombras en la madrugada hasta volverse nada. De aquí a unos años ya no estaré pero habremos aprendido la esencia del amor, esa que deben saber nuestros hijos para derramarla por el mundo y regarla con el llanto si es preciso, para verla crecer interminable.
Nada importa estar ausente un día cuando se arriesgó, cuando se rió, se lloró irremediablemente, se fue feliz y se amó de un modo desmedido. Escritas están las palabras que dibujé en tu sueño, tatuadas en tu piel han quedado mis ojeras cuando tenía miedo y despertaba gritando, dibujada en tu alma ha quedado la llave de las mentiras que nos hicieron llorar dulceamargamente.
Nadie nos ha prometido la felicidad, nadie nos falló en consecuencia. Nadie prometió encender llamas eternas de paz por eso no debe darte pena si algunos días llueve en mi mirada, me acostumbré a crear barcos de papel para verlos naufragar. Decidimos encender la luz azul de nuestras vidas y tuvimos que incendiar nuestras almas, hoy ella juega a esconderse tras las puertas y nos busca con su mirada tierna. Ella también es una Lucecita.
Cuando las horas cruzan en bandadas por el cielo, convertidas en días y se acercan al lecho tibio de tu amor las noches que nunca escribimos en ellas están dibujados los ojos de Azul, los ecos de la tarde que descubrimos que la vida aún era posible en cualquier parte, y dibujamos días, habitamos meses, atrapamos los años del destierro del amor y lo encadenamos a la ausencia para siempre, eternamente.
Nadie sabe cuanto habremos de esperar sentados al filo de esta tarde mientras el mundo incendiado es una cabeza decapitada y colgada. Mientras tus ojos brillan incendiados por el grito de los días y el humo del ayer incinerado se disuelve en la distancia, para renovar el amor nuevamente.