Trabajar
en una oficina, ser un servidor público, o sea ser un burócrata, no siempre es
tan tedioso ni aburrido como se lo suele “pintar”. Acaba de aprobarse una
prohibición municipal para sus trabajadores en la que se prohíbe pintarse las
uñas y hablar por celular en los pasillos entre otras cosas, en horas de
trabajo.
La
medida, que puede parecer exagerada para algunos, no es del todo descabellada,
pues muchas veces una serie de situaciones demoran el trabajo de los (las)
funcionarios públicos y atentan contra el buen trato, tiempo y paciencia de los
usuarios.
Y
es que en el Perú somos expertos en violar las prohibiciones, en quebrantar las
normas, en “sacarle la vuelta a la ley” y sentirnos después triunfantes como si
algo positivo hubiéramos sembrado con ello.
En
una oficina cualquiera en el Perú, por ejemplo, un empleado pierde el tiempo
desde que llega. Más o menos este es el estándar de un funcionario cualquiera,
en una ciudad cualquiera, en un día laboral cualquiera desde que llega a su
centro de trabajo aunque suele variar entre géneros, lo común en ambos sexos
es:
Hablar
de los demás mal o bien: 30 minutos -del compañero o compañera de trabajo, el
tiempo se puede extender si se trata de un tema conyugal- En los
servicios higiénicos entretenidos en enviar e-mails o en leer las redes
sociales: 20 minutos.
En
el caso específico de las mujeres: 10 minutos en pintarse las uñas – 5
minutos en secarlas o esperando en que seque la pintura- . Maquillaje:
10 minutos. Hablar por celular: 30 minutos. Redes sociales: 40 minutos.
Criticando al jefe: 25 minutos. Hablando mal de los compañeros de trabajo
(rajándolos) para desprestigiarlos y buscar quedarse con su puesto: 1 hora
diaria en promedio. Comiéndose un bocadillo en la oficina: 10 minutos.
Revisando catálogos de Unique, Esika, Cyzone, Leonisa… 1 hora entre todos ellos.
Alabando las proezas de los hijos: 25 minutos. Hablando mal de la suegra 30
minutos…
El
tema de los hombres es un caso especial y desbordante: 15 minutos revisando la
desnuda del día en cualquier página web – la chica en ropa corta o muy desprovista
de ella- Varias horas tratando de enamorar a la compañera de trabajo,
es decir, coqueteando, flirteando o como quiera llamarse a la búsqueda
incansable de “sacar los pies del plato”. Varios minutos revisando los
catálogos de Leonisa (ropa interior femenina) y no porque quieran comprarle
algo a la esposa o a las hijas, sino por ver a las modelos del catálogo en
prendas interiores. 20 minutos hablando de sus hazañas sexuales (casi siempre
inventadas). 30 minutos relatando su última borrachera.
Siendo
los hombres más propensos a curar la resaca con un par de cervezas o un cebiche,
el tiempo no solo se limita a minutos perdidos en la oficina, sino que puede
desencadenar un escape subrepticio y acabar en una deserción absoluta en una
nueva borrachera, un cebiche con cervezas o un caldo de cabeza o criadillas en
donde hablará renegando de su pésima situación laboral, sus años de servicio y
lo mal que le paga la institución en la que labora y a la que él quiere tanto y
donde tan mal lo tratan… pese a su enorme sacrificio.