Hace unos días cuando un grupo de ronderos azotaran con crueldad
a un grupo de trabajadores (as) en un centro nocturno, el escándalo trascendió
de inmediato y una vez más Cajamarca fue el centro del ojo de la tormenta por
la violación sistemática de los derechos de un grupo de trabajadoras sexuales y
de otros que hacían las veces de vigilantes y mozos, sin contar el de los
eventuales parroquianos que se hallaban en el local.
De inmediato la cucufatería cajamarquina salió a aplaudir el
hecho y a satanizar a las pobres mujeres que nos solo fueron victimizadas de la
peor forma, sino que además de la humillación y vejación a las que se las
sometió se les ha generado serios traumas en sus vidas.
Instituciones conocedoras del respeto de los derechos fundamentales
de la persona salieron de inmediato a cuestionar el hecho, tal como lo hizo
Esperanza León desde el Ministerio Público de Cajamarca, Agustín Moreno de
Defensoría del Pueblo y hasta el mismo Congreso de la República, el video era
evidente, había flagrante violación de los derechos de las trabajadoras además
de una serie de delitos paralelos que se cometieron esa noche.
Un sector de la prensa local también se sumó a la cucufatería y
empezó a criticar a las mujeres que fueron vejadas esa noche y aplaudió el
delictivo actuar de las rondas urbanas –
por ignorancia o adrede los delitos se cometieron y la ley es clara en ese
sentido, el hecho de “no saber que se infringía la ley” no significa estar al
margen del hecho delictivo”- Muchos aplaudieron la medida tomada
por Fernando Chuquilín, presidente de las rondas de las zona y hasta los
clientes consuetudinarios de los clubes nocturnos en un ataque de amnesia
alabaron la incursión.
Por su parte las ONGS que han hecho de la mujer y su sufrimiento
una bandera y un modo de vivir no han dicho nada, aquellas que viven del
maltrato de la mujer y del feminicidio, las que repotencian el olvido y
abandono en que la mujer se encuentra, se guardaron sus opiniones y prefirieron
hacer un escandaloso y vergonzoso silencio, un mutis que a las mujeres atacadas
esa noche les debe haber dolido tanto como los latigazos de un grupo de
cobardes de doble moral.
Cajamarca tiene más de 200 clubes nocturnos –llamémoslos como querramos,
prostíbulos, “night clubs”, burdeles, casa de citas, chongos...- y tiene esa cantidad de estos lugares
porque existe una amplia demanda de estos servicios. ¿Quién no fue a uno aunque
sea por curiosidad? ¿Cuántos de los que azotaron a esas señoritas frecuentaron
alguna vez los servicios de una dama de compañía o meretriz? ¿Cuántos de los
que aplauden y se persignan al oír la palabra prostitución no la buscaron
alguna vez?
Cajamarca es un paraíso prostibulario porque existe consumo sin
igual, así que está demás querer tapar el sol con un dedo, es tan culpable el
que ofrece como el que acepta o como el que busca… lo demás es cucufatería vil,
mentiras solapadas que buscan pintar una careta a la verdad. La prostitución no
es delito en el Perú, sí lo es en cambio entrar a una vivienda sin orden de un
juez rompiendo la puerta y golpear a mujeres indefensas cuyo único delito es
trabajar como meretriz por no haber tenido quizás otra oportunidad en la vida y
ahora ser la comidilla de falsos monjes y monjas de morales subterráneas y
necias.