En memoria de Hugo Torres
Plasencia
Había pasado la navidad y
la noticia nos llegó con olor a tragedia en la madrugada, un accidente había
dejado varios muertos en la ciudad, dos camionetas se habían estrellado, varios
muertos… no se sabía más, porque los informes de la policía en las madrugadas
–cuando interrumpen los sueños para convertirlos en pesadillas siempre son
vagos y difusos-.
Las horas pasaron y la
noticia crecía, se derramaba por calles y avenidas, por los mercados y las
tiendas, se trepaba por las paredes como una enredadera y hasta anidaba en los
árboles. De pronto salió su nombre, uno de los fallecidos en esa tragedia era
Hugo Torres Plasencia. Lo había conocido
unos años antes, feliz y cordial, ameno y jovial, siempre con una sonrisa.
Había llegado hasta el diario para pedir un espacio y publicar algunos
artículos que hablaran de Dios. Hugo escribió varios artículos en Panorama
Cajamarquino, era un amante de la vida recta, en armonía y con decencia. Feliz
en su entereza.
Hugo
Torres, un hombre bonachón se hizo mi amigo en breve, hablamos algunas cosas de
la vida, su espíritu era un espejo de actitud frente a la vida y su humildad
evidenciaba a un hombre que había sufrido – lo descubrí en algunos poemas que
me dio una vez cerca al día de la madre-.
Lo
recuerdo cargando su equipaje, vistiendo unas sandalias. Así era él, noblemente
humilde, cargando en su equipaje bolsas de todos los números y colores, del
mismo modo que su alma cargaba todas las felicidades de un hombre que se ha
realizado y que tiene el respaldo de Dios como él lo tuvo. Era profundamente
religioso y creo que hasta pastor. –No suelo llevarme bien con los pastores ni
con la iglesia, pero él era diferente-
Lo
recuerdo emocionado aquellos días cuando sus artículos salieron publicados en el
periódico por primera vez, lo recuerdo feliz con su cara de niño,
agradeciéndome y dándome un abrazo fraterno de amigo y hermano. Hablándome de
Dios…
La
muerte le llegó temprana y trágica, fue un dolor para todos quienes vimos las
dantescas escenas de fierros retorcidos y la macabra sonrisa de la muerte.
Simplemente no tuvo tiempo para seguir con sus andanzas por la vida, aquellas
que dejaban una huella que seguir. La muerte no perdona y duele cuando la
tragedia busca a un amigo.
Desde
aquí agradecemos tus artículos, tus pensamientos y tus palabras hablando de un
camino hacia el Señor, un camino que ya tú has encontrado y que a nosotros ya
nos ha de tocar andar. Gracias por buscarnos, de otro modo no nos hubiéramos
conocido, de otro modo no hubiera sabido que aun en la tierra existen algunos
hombres buenos que viven como predican y a quienes parece que Dios los necesita
en el cielo, por eso los llama tempranamente hasta su lado. Adiós Hugo, amigo
de los caminos y de los días idos.