Las recientes declaraciones que diera Ollanta Humala, ex candidato a la presidencia de la república y líder nacionalista en la provincia de Espinar, Cusco en donde textualmente dijo: “No he violado derechos humanos, por eso ahora tengo libertad, porque yo no me escapé a Japón como el cabrón de Fujimori ni me fui a Colombia como el otro cabrón de García. Yo me quedé en el Perú”. Palabras que han causado un remesón en la escena política nacional. De inmediato Apristas y Fujimoristas han salido a defender a sus líderes con argumentos diversos.
En el Perú y en parte de América existe un dicho: “No hay palabra mal dicha, sino malinterpretada”. Dicho que no está muy lejos de la realidad en las expresiones que si bien nuestra habla le ha dado una connotación grotesca el término en cuestión no estuvo usado mal, por lo menos si revisamos el Diccionario de la Real Academia de la Lengua Española en su 22ª edición dice:
CABRÓN:1.Adjetivo coloquial. Dicho de una persona, de un animal o de una cosa: Que hace malas pasadas o resulta molesto. U. t. c. s. 2. Adjetivo vulgar. Se dice del hombre al que su mujer es infiel, y en especial si lo consiente. U. t. c. s.
Considerando la primera acepción (Adjetivo coloquial) que cita el ente normativo de la Real Academia de la Lengua Española, como es el Diccionario de la RAE, la calificación es válida. Nuestra connotación y el consenso peruano le ha atribuido al término cabrón significados degradantes y vinculados a lo grosero e insultante.
Sin embargo existe una acepción más, en la Real Academia, al margen de los americanismos y de los significados que se les otorga en los distintos países americanos y es: Hombre que aguanta cobardemente los agravios o impertinencias de que es objeto. Es decir, si Fujimori y García aceptan el adjetivo lanzado con una intencionalidad dudosa y con inquina virulenta por parte de Humala serían en realidad un par de cabrones.
Pero el idioma es amplio y las palabras son solo las voces del alma, lo que queremos decir con intencionalidad o sin ella, son piedras lanzadas que pueden derribar frutas frescas o quebrar ventanas y hasta el alma. El lenguaje es disímil y muy complejo. No hay que tomar literalmente nada ni responder a provocaciones, además, según la Real Academia de la Lengua, el Perú está lleno de cabrones, voluntarios o involuntarios. Tomemos a las palabras como a las gotas de lluvia, que nos mojen, pero que no nos hagan daño.