"Esas personas no son ciudadanos de primera clase. ¿Que puedan decir 400 mil nativos a 28 millones de peruanos: 'ustedes no tiene derecho de venir por aquí'? ¡De ninguna manera! Ese es un error gravísimo. Quién piense de esa manera quiere llevarnos a la irracionalidad y al retroceso primitivo".
Alan García no pudo ser más primitivo ni ególatra cuando se refirió de ese modo grotesco a nuestros hermanos de la Amazonía. Esas palabras pasarán a la historia como una de las frases de repudio hacia los peruanos jamás registradas por gobernante alguno, fue un lapsus brutal que le ha costado a García muchas críticas y cuyo costo político sin duda se verá reflejado en la alicaída imagen de un gobierno que va de trastabillada en trastabillada aunque aún no haya caído.
Referirse de ese modo a los peruanos que defienden su tierra resulta una barrabasada. El pueblo que lo eligió ha mirado con aturdimiento esa actitud vil de quien ya en su campaña tuvo deslices de furia como la que protagonizó cuando hizo tristemente famoso al señor de apellido Lora, a quien le propinó un execrable puntapié, por el solo hecho de haberse atravesado en su camino.
Esa actitud debió denotar el perfil de quien ahora es gobernante y de quien además existen serias sospechas sobre una serie de actos que aún no se han explicado sobre la matanza de Bagua. El cierre sistemático de emisoras de la zona además de la incautación de material filmográfico y fotográfico por parte de efectivos policiales ha hecho que García se pinte de cuerpo entero y pensar que criticaba a Hugo Chávez, sin embargo hoy se ha convertido en un clón del dictador venezolano.
Quedará la duda, gracias a esas palabras iracundas, cuantos muertos de los 34 que ha mencionado el oficialismo, son ciudadanos de primera clase y cuantos son de segunda, cuantos de tercera y quizás si alguno ni siquiera la tiene. Más cerca de esos criterios clasistas están los políticos y su angurria, esa que les hace adulterar facturas, vender lotes petroleros de todos los peruanos al mejor postor internacional o simplemente los que roban, coimean o contratan a sus propias empresas en las licitaciones amañadas. Más cerca de un ciudadano de segunda clase está quien ordena disparar los gatillos y alimenta y propicia los genocidios, que quienes mueren cumpliendo su deber, como esos inocentes policías, o como quienes mueren defendiendo su suelo y su historia, como los pobres nativos.
El mandatario no ha entendido que los ciudadanos de todas las clases son los que votaron por él y gracias a ello ahora es presidente, que no hay peor ciego que el que no quiere ver o aquel que cree que ve lo que nadie puede verlo, como aquel rey que andaba desnudo pensando que su traje era hermoso, Alan García hace rato que anda desnudo y no lo reconoce porque sus perro (no los del hortelano) sólo le ladran al oído que lleva un bello traje mientras en el fondo ríen desconsoladamente.