En el distrito de Baños del Inca de Cajamarca se celebra anualmente la fiesta del Huanchaco, esa fecha, 8 de septiembre, se reúnen más de cinco mil campesinos en la plaza del pueblo.
La iglesia católica ha considerado a la Fiesta del Huanchaco como una celebración de la Virgen de la Natividad y una misa solemne se celebra cada 8 de septiembre en el pueblo. En un estrado acondicionado especialmente.
La tradición oral manifiesta que el nombre de “Huanchaco” surge en alusión a un pájaro de plumaje negro y rojo. Se dice que antaño, en días de la fiesta los campesinos llegaban desde zonas distantes a celebrar la fiesta de la Virgen de la Natividad. Los hombres vestían sus mejores trajes. Un pantalón negro, una camisa blanca, a veces un saco del mismo color y un nuevo y pulcro sombrero. Al llegar al pueblo una de las primeras cosas que hacían era dirigirse a adorar la efigie de la Virgen. Frotaban el manto de ésta en su cabeza con veneración. Encendían unas velas. Después de ello se servían el fiambre y lo acompañaban con botellas de aguardiente o jarras de chicha. Poco tardaban en embriagarse hasta perder la razón. Entonces empezaban a pelear entre ellos, cualquier motivo bastaba para iniciar una disputa, luego de lo cual acababan ensangrentados con las camisas llenas de manchas… al igual que esas aves de pecho rojo.
Sin embargo el destacado historiador cajamarquino Sarmiento (2002) señala que esta fiesta prehispánica se relaciona con el culto al agua y no con la pequeña ave con plumaje color encarnado en el pecho. Afirma que es una fiesta del agua, de los "huanchaques" o "wachaques", que son términos con los que se designaba, antes de la llegada de los españoles, a excavaciones someras para llegar al manto freático (pozos), chacras hundidas para aprovechar el manto freático y manantiales.
Otra de las características de la fiesta es el consumo de la miel de caña y el guarapo, que es el zumo dulce de la caña se consume en grandes cantidades. Las cañas cortadas en minúsculos cubos. Las calles quedan cubiertas de capas de bagazo y de gente dormida en profundo sueño luego de haber bebido el cañazo y la chicha. Los puestos de comida se ubican por todas partes, cuyes, chicharrones, tamales… Pero los tiempos fueron cambiando y las fiestas del pueblo se vieron invadidas con la modernidad y el comercio. Las fiestas se fueron renovando y perdiendo detalles místicos y folclóricos que originalmente tenían. Un día llegaron los juegos mecánicos con sus cargamentos de luces y bulla. Otros vendedores disfrazados de payasos venden golosinas multicolores. Las máquinas siempre dulces de hacer algodón, los vendedores de juguetes inflables. Los trompos de plástico y caucho que reemplazaron a los de madera y clavo. Los zursules de caucho y luces que reemplazaron a las chapitas de lata cuidadosamente trabajadas. Otras personas, otras costumbres. Patitas de pollo ensartadas en un carrizo, alitas asadas.
Los pantalones negros de bayeta fueron reemplazados por los gines de moda, los llanques por ligeras zapatillas de tela. Las camisas blancas por camisetas sintéticas y los sombreros blancos y elegantes de paja por gorras con inscripciones en inglés mencionando marcas famosas de Norteamérica. El progreso fue destituyendo a la tradición como lo hace la sombra con la luz al caer la noche. Mientras tanto el Huanchaco contempla la fiesta con una memoria que le evoca milenios, agua… Esa agua que hoy hemos dejado de respetar y que a veces ignoramos.