"Como ocurre a menudo a los protagonistas de sus historias, el azar, la torpeza -y su propio desinterés- han impedido que Julio Ramón Ribeyro tuviera, fuera de su país, el reconocimiento que merecía. Ahora, por fin, los lectores van descubriendo en sus relatos al escritor. Estas Prosas apátridas muestran que, tan fino como el cuentista, es el pensador". Mario Vargas Llosa
Editorial Milla Batres 1978
... La locura en muchos casos no consiste en carecer de razón sino en querer llevar la razón que uno tiene hasta sus últimas consecuencias. Pág. 9
... Muertos los viejos dioses por la razón, renacieron multiplicados en las divinidades mezquinas de las oficinas públicas. En sus ventanillas enrejadas están como en altares de pacotilla, esperando que les rindamos adoración. Pág. 11
... Podemos memorizar muchas cosas, imágenes, melodías, nociones, argumentaciones o poemas, pero hay dos cosas que no podemos memorizar: el dolor y el placer (...) Como somos imperfectos nuestra memoria es imperfecta y sólo nos restituye aquello que no puede destruirnos. Pág. 12
... La madurez es una impostura inventada por los adultos para justificar sus torpezas y procurarle una base legal a su autoridad. Pág. 26
... La cultura no es un almacén de autores leídos sino una forma de razonar. Un hombre culto que cita mucho es un incivilizado. Pág. 28
... No hay que exigir en las personas más de una cualidad. Si les encontramos una debemos ya sentirnos agradecidos y juzgarlas solamente por ella y no por las que les faltan (...) Tomemos de ella lo que pueda darnos. Que su cualidad sea el pasaje privilegiado a través del cual nos comunicamos y nos enriquecemos. Pág. 34
... La expresión de los ciegos es libre, la más natural que pueda darse. Recuerda un poco la expresión de la gente que duerme. Parece que el rostro se organizara alrededor de la mirada y cuando esta desaparece, se desbarata. Pág. 35
...la soledad de los niños prefigura la de los viejos (...) Así se juega de niño, solo. Así se toma el sol en la vejez, solo. Entre ambas edades, el interregno poblado por el amor o la amistad, el único cálido, soportable, entre dos extremos de abandono. Pág. 37
... Por lo general, todo hijo termina por alcanzar la edad de su padre o por rebasarla y entonces se convierte en el padre de su padre. Solo así entonces podrá juzgarlo con la indulgencia que da el "ser mayor", comprenderlo mejor y perdonarle todos sus defectos. Pág. 39
Cada amigo es dueño de su gaveta escondida de nuestro ser, de la cual solo él tiene la llave e ido el amigo la gaveta queda para siempre cerrada. Alejarse de los amigos es así clausurar parte de nuestro ser (...) Salvo que el nuevo amigo se parezca extremadamente al anterior (...) Pero por más afecto que nazca siempre será el imitador, el falsario, el que no accederá jamás a la cámara más preciada. Pág. 42-43
... Nada en el mundo abierto y andarín podrá reemplazar al espacio cerrado de nuestra infancia, donde algo ocurrió que nos hizo diferentes... Pág. 44