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lunes, agosto 21, 2006

EL SÉPTIMO ARTE: Evocaciones desde una butaca.


Cajamarca hoy cuenta con un multicine. Novedoso y moderno sistema de cinema que permite disfrutar de ese placer formidable que es el ver una película con sonido estruendoso, impecable nitidez y de notable infraestructura. Nos hace evocar con una estela de tristeza aquellos años en que Cajamarca disfrutaba de las primeras películas. El primer cine estuvo ubicado en la calle Apurímac, en los años cincuenta, el cine Aurora. Y Que más adelante a comienzos de los ochenta Cajamarca contaba con cuatro cines. “San Martín”, “Los Andes”, “Aurora” y “Ollanta”. En aquellos tiempos las carteleras se ubicaban en armazones de madera que se apoyaban en una de las paredes de la calle El Comercio, exactamente en la plaza de armas. Ciudad pequeña, que apenas tenía dos líneas de transporte público que iban a los Baños del Inca, los microbuses verdes y otros más grandes de color celeste, donde por silencioso designio se trasladaban los campesinos mayormente… Los carros llamados Apolo, Petuso. Eran carros amplios donde gran parte de sus pasajeros iban sentados en el suelo sobre polleras multicolor y donde los ebrios adormecidos por la chicha y el aguardiente dormían plácidamente. Una tercera línea de pequeños carros modelo COMBI iban hacia Santa Elena, carros morados que venían desde Samana Cruz.

Pero esos tiempos fueron sepultados. Ahora el sonido de los miles de cláxones convierte calles y avenidas en un infierno. Las combis y autobuses en rápida y alocada carrera se disputan los pasajeros y los miles de taxis y moto taxis se deslizan por las calles asfaltadas, cada vez menos humanas.

Era fabuloso en esas tardes ochenteras salir un domingo hasta la plaza, con la niñez a cuestas a ver la cartelera, un póster pegado en las tablas, unas letras hechas a mano generalmente con tinta roja decían “Hoy… Matiné, Vermouth y Noche…” unas fotos mostraban lo más impactante de algunas escenas. Era sencillo elegir la película, a esa edad todo es sencillo, más aún si no tenemos que elegir por que el padre o la madre eligen por uno. Al entrar la sala inmensa tenuemente iluminada dejaba oír una música suave, los discos de música clásica de Alain Debray y muchas sinfónicas del mundo en viejos long plays. Era hermoso contemplar los balines de papel adheridos al techo y pensar qué extraña fortuna los había detenido en el tiempo.

Fue en esas salas donde vi por vez primera “Rocky” “La Guerra de las Galaxias” “E.T. El Extraterrestre” “El Chanfle”, “El mago de oz” “Espartaco” y muchas películas del cine mexicano, western americanos e Italianos. Fue ahí también donde descubrí que había un cómico maravilloso que se llamaba “Cantinflas” y no faltaron ocasiones en donde las películas hindúes me arrullaban con sus cantos hasta hacerme dormir y no despertaba hasta la hora en que las luces se encendían y el tumulto partía.

Debo confesar que en otras ocasiones, el llegar tarde creaba una incómoda búsqueda entre la oscuridad hasta encontrar una butaca vacía. Y a veces el vecino era un niño analfabeto cuya madre leía con seco acento profesoral y que no permitía ver con calma la película. Más de una vez, también, desde una de las butacas aledañas salía la voz presuntuosa de un alharaquiento necio, alguien que se quería ganar la admiración contando lo que sucedería en la escena siguiente. Solo ganaba gritos y silbidos por arruinar el misterio de lo que uno desconocía.

A veces la película solía cortarse o detenerse súbitamente. Entonces los chillidos, gritos y toda clase de improperios se lanzaban en las tinieblas como una elocuente protesta. Pero toda película llegaba a su fin, aunque cortada, aunque con vacíos, aunque con pésimo sonido. Todo tenía un final muy variable, finales risueños, finales felices, tristes finales, finales de misterio, pero siempre un fin. Los mismos cines tuvieron un final cuando aparecieron los videos. Sus amplios locales fueron vendidos o alquilados a iglesias protestantes. Ese fue el final. Tal vez porque nuestra propia vida es una película en donde somos protagonistas y estrellas. Y por qué sabemos que un día cada vez más cercano tendremos en la invisible pantalla de los días esa dulce melodía que nos acompañe y esas tres letras que nos adviertan que ha llegado el… final.

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