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lunes, agosto 14, 2006

Carta a mi hijo


Se acercan tres años de no poder vernos. El mar de los días, espero, lleve este mensaje hasta tu orilla…

No dejes que te pongan límites ni barreras. Mira que hay más allá de esa frontera… puedes descubrir algo que nadie descubrió… puedes hallar una rosa azul al otro lado de la cerca.

El ganar y el perder van de la mano. Si has perdido en esta vez, podrás ganar en la siguiente, porque para saber ganar hay que haber perdido antes, hay que probar el amargo de la derrota para saborear el dulce de la victoria. Si ganaste, no humilles a tu rival, mañana él te podría ganar. No porque ganes eres el mejor, no porque pierdas eres un perdedor. En la vida a veces se gana y a veces se pierde, la vida no es una competencia, la vida es un camino… Sólo hay que llegar.

El amor es cambiante, te vas a dar cuenta de ello cuando te enamores de verdad, no lo des todo ni lo aceptes todo. Ama con intensidad, el amor no tiene fronteras, ni medidas, no tiene principio ni fin, sólo tiene temporalidad. El amor que entregas lo recibirás, el deseo que das al universo lo recibirás como si estuvieras ante un espejo. Las buenas y malas intenciones se están mirando en el espejo de la vida… Lo mismo recibirás. Por eso hijo, hay que dar mucho amor, hay que llenar el mundo de amor.

El llanto libera la pena del alma, no dejes que te mientan diciendo que los hombres no lloran. Los hombres lloramos, a gritos cuando somos niños, en silencio cuando somos más grandes. Si dejáramos de llorar dejaríamos de ser hombres y nos convertiríamos en máquinas. Nacemos llorando, vivimos llorando y quien sabe si así moriremos. Pero el llanto es como el sudor del alma, porque viene a través de los ojos. Por que a través de ellos puede verse el alma. Todas las heridas sanan con el tiempo. La mejor medicina es el tiempo.

Ahora aprendí que el amor está en cualquier lugar. Que aún en la más grande dificultad podemos ser capaces de amar y perdonar y que en cualquier parte existe una flor y un poco de felicidad.

Que todo lo malo que nos sucede es una prueba y que cada prueba es una muestra de lo que podemos hacer. Que la vida por una pena no se acaba. Y que la vida da lecciones terribles que nos hacen aprender a cada instante.


Los eneros y los diciembres se suceden en un orden maravilloso, mientras envejecemos sobre días amarillos. Siempre habrá un enero, igual que siempre llegará diciembre, aunque ya nos hayamos ido, aunque no estemos para verlo. El universo y su perfección se repiten como está establecido por la voluntad de Dios.

Los mares están en su lugar desde hace mucho tiempo. El sol aparece por el este cada día sin perturbarse. La lluvia se va y regresa con las estaciones. Somos el producto del amor y el amor será nuestra meta suprema, nuestra mayor riqueza, nuestra morada eterna… El pan que alimente nuestra alma cada vez que llegue la mañana.

El amor es temporal, a veces suele llegar, se acomoda un tiempo en nuestro corazón y luego se marcha. No sufras por eso. Hay otros miles de amores aguardando la oportunidad de que los dejes entrar en ese vacío que quedó… Recuerda de todo lo ido, sólo lo más bonito, recuerda sólo lo que te hizo reír y te dio felicidad, así tus recuerdos siempre serán gratos. Destierra el pasado triste de ti… es energía que no sirve ya.

Cada persona que ames, se llevará parte de ti, por eso no juegues a amar a quien realmente no amas, puedes herir su alma y te circundará un karma. No olvides que la vida es un espejo que todo lo que le damos nos vuelve a entregar.

Te ama: Tu padre.

Balcon Interior

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