Hoy se cumplen 19 años del autogolpe de Estado que estremeció a los peruanos y que cambió la historia del país.
En 1992 se produjo un golpe de estado que fue dado por el presidente de ese tiempo, Alberto Kenya Fujimori Fujimori, como presidente de la República y respaldado por las Fuerzas Armadas disolvió violentamente la bicameralidad del Congreso de la República instaurada hasta ese entonces (diputados y senadores), además de la intervención del Poder Judicial así como la toma abusiva de varios medios de comunicación entre los que figuraban medios escritos, de radio, televisión y el hostigamiento y represión a varios congresistas que fueron depuestos y que protestaron por la antidemocrática medida.
Fujimori declaró la disolución del Congreso, al no tener mayoría en el Parlamento -Cámara de Diputados y Senado- frente al Partido Aprista Peruano (APRA) y el Frente Democrático (FREDEMO), instaurando el llamado "Gobierno de Emergencia y Reconstrucción Nacional", con lo cual logró además realizar lo siguiente: Controlar los tres poderes del Estado, asumiendo poderes para dictar leyes con la aprobación del Consejo de Ministros. Dejar en suspenso la Constitución de 1979 en lo relacionado a los artículos que se oponían a la instauración del Gobierno de Emergencia y Reconstrucción Nacional. Convocar a elecciones para un Congreso Constituyente Democrático, elecciones en las cuales obtuvo una amplia mayoría popular, cuya función fue sancionar una nueva Constitución política del Perú.
La Revista Caretas del 4 de abril del 2002 recuerda con telúrico estupor los hechos más saltantes de un hecho que conmocionó la democracia en el mundo y que sembró un precedente negativo en la endeble formación constitucional de las repúblicas soberanas.
“Recuérdese que aún transcurrían los días de la dictadura fascista de Augusto Pinochet y que Fujimori no vacilaba en adjudicarse el mote de "Chinochet". Además, Sendero Luminoso había exasperado con sus crímenes contra el país y contra la fuerza pública a los militares. Los partidos, particularmente el más fuerte, el Apra, estaban en pleno descrédito. La campaña oficial contra la "partidocracia" había calado en muchos ciudadanos.
También la desesperación de una mayoría agobiada por la violencia terrorista, la creciente pobreza y el desempleo, le hacía concebir que, despidiendo al Congreso, habría dinero para aumentar, por ejemplo, los sueldos de los 200 mil maestros del país.
El 7 de abril, una encuesta de Apoyo en Lima indicaba que el 71% aprobaba la disolución del Congreso y 89%, la reestructuración del Poder Judicial. Los grandes medios de comunicación habían contribuido al descrédito de las instituciones de la democracia, pero no se puede ocultar que para el éxito de su campaña pesaba el creciente descrédito de políticos y jueces”.
Un plagio que no tuvo éxito ocurrió en Guatemala el 24 de mayo de 1993. Ese día, el presidente Jorge Serrano Elías, también con el apoyo de las Fuerzas Armadas, decidió disolver el Congreso y el Poder Judicial. Pero una impetuosa reacción del pueblo y de la prensa, que burló la censura, lo obligó a renunciar a los pocos días. Serrano explicó que se había inspirado en Fujimori. El pueblo guatemalteco no siguió el mal ejemplo de la mayoría peruana, esa mayoría que al final iba a despertar y a arrojar a la cárcel o a la fuga a los autores del golpe del 5 de abril de 1992.
No solo las fechas buenas son memorables, existen aquellas que han pasado a la historia porque deben recordarse para evitar caer en lo mismo, repetir los errores y no aprender de las equivocaciones cometidas, sobretodo de aquellas que deformaron el rostro del país y de la sociedad de sus entonces 22 millones de habitantes para siempre.