· 22 de abril Día de la Tierra
Este 22 de abril el Día de la Tierra, para alegría de muchos y tristeza de pocos, será opacado por la festividad de Semana Santa, el fin de semana largo no ha permitido que se programen conmemoraciones alusivas a ese día.
El 22 de abril de 1970 el senador estadounidense Gaylord Nelson convocó al primer gran acto ambientalista en el mundo. Veinte millones de norteamericanos se tomaron las calles y los parques, para protestar en contra del deterioro ambiental.
Recién en 1990 el Día de la Tierra se internacionalizó, para dar paso a una celebración global del medio ambiente y de nuestro compromiso con su protección.
Cajamarca es una región prodigiosa, reúne variedades de climas y microclimas y ha sido por siglos reconocida como una tierra colmada de recursos naturales, plantas medicinales, su ganadería y su agricultura han sido el sustento de muchas ciudades del país.
Pero la tierra en conjunto no se extralimita a una región ni a una nación, la tierra es el planeta en el que habitamos, el lugar donde nacimos y en donde descansan los restos de las personas que nos antecedieron, en ella se produce el milagro de la vida y en ella la naturaleza florece para alimentar a la humanidad.
El Día de la Tierra es un día ligado al cuidado del medioambiente, a la evaluación de cada ser humano sobre su presencia en este mundo y su actuar sobre el mundo. Es un buen momento para detenernos a pensar cuántas plantas hemos sembrado en nuestra vida, si acaso algún árbol que nos trascienda, o cuando fue la última vez que anduvimos descalzos sobre ella.
La Tierra es un planeta que hace unas décadas empezó a enfermar y que no ha podido recuperarse desde entonces. Una fiebre creciente la afecta más cada día y los glaciares se empiezan a derretir dando paso cada vez más a un cambio climático más radical y con consecuencias más graves cada vez.
Cuando un ser humano enferma uno de los síntomas más comunes suele ser una fiebre; ha pasado lo mismo con el planeta, luego otras manifestaciones van indicando que la enfermedad ha empezado a agravar, los terremotos y huracanes no son casualidad, son la consecuencia de nuestro desatino.
Nos olvidamos que el mundo solo es un préstamo, que somos inquilinos en este planeta y que tarde o temprano nuestro contrato de alquiler en él vencerá y tendremos que dejarlo. El planeta es un préstamo que pertenece a los hombres que vendrán mañana a esos habitantes que sabrán cuidarlo como no lo hicimos nosotros.
En 1855 el jefe indio Seattle de la tribu Suwamish escribió una carta al presidente de los Estados Unidos Franklin cuando éste pretendía comprar sus tierras, un fragmento aquí:
“Vosotros debéis enseñar a vuestros hijos que el suelo bajo sus pies es la ceniza de sus abuelos. Para que respeten la tierra, debéis decir a vuestros hijos que la tierra está plena de vida de nuestros antepasados. Debéis enseñar a vuestros hijos lo que nosotros hemos enseñados a los nuestros: que la tierra es nuestra madre. Todo lo que afecta a la tierra afecta a los hijos de la tierra. Cuando los hombres escupen el suelo se escupen a sí mismos.
Esto lo sabemos: la tierra no pertenece al hombre, sino que el hombre pertenece a la tierra. El hombre no ha tejido la red de la vida: es sólo una hebra de ella. Todo lo que haga a la red se lo hará a sí mismo. Lo que ocurre a la tierra ocurrirá a los hijos de la tierra. Lo sabemos. Todas las cosas están relacionadas como la sangre que une a una familia”.