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lunes, abril 25, 2011

Secretaria, secretaria


Te firmé mis veinte años /te ayudé a subir peldaños/ y entre copa y copa me hice necesaria./ Y al negarme a ser amable me ignoraste/ y sólo fui tu secretaria.

¿Quién no recuerda esa canción entrañable que se toca una vez por año con una vibración especial? El calendario cívico anuncia que hoy es 26, no figura como ningún día especial ni hay nada que lo resalte, sin embargo las secretarias del mundo saben que hoy es su día.
El Día de la Secretaria representa el tributo que se brinda a una persona que resulta un engranaje fundamental en la organización de cualquier institución pública y privada.

La secretaria está encargada de apoyar todas las actividades laborales de  esa persona que llaman jefe, su rol es fundamental en la ejecución del trabajo y en el cumplimiento de las metas. Está a cargo de una agenda, ella es la encargada de concertar las reuniones, contesta el teléfono, responde los correos electrónicos y asiste sin reparos a cumplir sus funciones.

El origen de tan afable día no está claro en la historia, existen contradicciones y versiones distintas, sin embargo eso carece de importancia si se mira a la esencia misma de las mujeres que pasan su vida en una oficina.

Las secretarias profesionales en Cajamarca son contadas, forman parte de una estirpe silenciosa de mujeres que a lo largo del tiempo ha trascendido entre la tecnología de ayer y la que se vislumbra para hoy y mañana. La labor de una secretaria no es una tarea que sea valorada casi nunca, pese a que son la columna vertebral de una oficina y del cumplimiento de las metas de una institución.

Lamentablemente la labor de la secretaria se ha desvirtuado debido a la improvisación, a la falta de capacitación y a la intromisión de personas ajenas a esa profesión en una tarea tan importante. A menudo se cree que una secretaria es una persona que chatea todo el día y que redacta un documento eventualmente.

Las verdaderas secretarias son de una clase y casta diferente, aquellas mujeres que dejan su vida en su casa, y construyen otra entre las paredes de una oficina, entre retratos de sus seres amados, entre lágrimas secretas y silenciosas esperas.

Aquellas que no se doblegan ni se someten y que han sabido hacerse respetar más allá  de las vilezas que hayan podido surgir entre esas paredes. Mujeres que no solo escribieron por años las cartas y respuestas anunciadas, sino que escribieron en sus días las tristezas más amargas.

Hoy se piensa que las secretarias son entes puramente ornamentales que se encuentran sentadas en una oficina. Hoy que una ola tecnológica ha golpeado con fuerza a todos los lugares y todos los ámbitos de acción de estas mujeres, parece que las funciones de una oficina se empezaran a deshumanizar.

Una secretaria no solo es la confidente de todos los sucesos grandes y pequeños, sino que es un ser que humaniza esos conceptos fríos y modernos que le restan verdad y que buscan reemplazarla por frívolos seres de obtusos conocimientos. 

Una secretaria es más que una funcionaria que prepara café y que escribe mil palabras por minuto. Una secretaria es una madre, una esposa, una mujer que entrega sus mejores años al servicio de una institución o una empresa y que casi siempre acaba olvidada, como formando parte de los archivos de la vida misma, de esas cartas amarillas que muy pocas veces, o que tal vez nunca, nos atrevemos a volver a leer y que guardamos silentes en los anaqueles polvorientos del ayer.





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