Yo miraba por tus ojos antes de que nazcas, yo había construido una casa de madera en lo alto de un bosque para verte llegar. Y llegaste. Los ojos de mamá me habían anunciado que llegarías una tarde. Y llegaste para quedarte entre nosotros. Esa tarde yo estaba escribiendo en el diario cuando sonó el teléfono para anunciarme que eras tú, una niña a la que habíamos decidido aún antes de concebirte que te llamaríamos Azul y así fue.
Naciste en un hospital, la primera vez que te vi estabas dormida, cansada de llorar, vestida con un traje blanco, parecía que tu piel te quedaba grande, tu cabello ensortijado me anunciaba que eras la mujer que había esperado toda mi vida, yo había llevado unas rosas para mamá… al verte me senté a tu lado y cuando me di cuenta estaba llorando, como tantas otras veces he llorado al verte crecer.
Desde entonces los días son distintos, tu presencia llenó la casa de ese algo que le faltaba a nuestros días, tu presencia llenó muchas ausencias, te convertiste en el ser más grande de mis días porque aprendí que sin ti la vida no era la misma, aprendí a mirarme en tus ojos, a despertar a medianoche para verte si estabas bien, a quererte en medio de la lluvia, a sembrar mis manos en tu amor.
Los días fueron transcurriendo con el paso de los minutos y las horas, los días se hicieron semanas y tú un día empezaste a caminar con timidez primero, después de aventuraste por caminos más difíciles, subías gradas y escaleras sin temores… un día te encontré subida en lo alto de una mesa…
Hoy que te tengo a mi lado y que te veo dormir en silencio me parece que todo el tiempo transcurrido ha sido un sueño, que nada de lo que ha pasado antes ni nada de lo que pase después valdrá la pena comparado con tu risa o tus pasitos escondiéndose en la casa, tras las plantas, los cojines o aquellos libros que siempre te leo.
Muchas veces cuando escribías en las paredes me turbabas, encontrar tus líneas indescifrables en mis libros me hacía pasar un mal rato, pero después aprendí que esas líneas eran un idioma para mí desconocido, eran palabras que decían un te amo y que solo yo era capaz de entenderlo.
Cuando te quedas dormida y te desvisto siempre tienes mil cosas en los bolsillos, lápices, crayolas, borradores, cristales, piedras, frascos… cada cosa que guardas es un tesoro y para mí lo es más porque guardas en ellas un tiempo que un día extrañarás, un tiempo que un día no regresará, cuando te hayas dado cuenta que la vida no está hecha solo de días felices, sino que también está hecha de esos otros que no son siempre buenos.
Azul, quería decirte algo simple cuando empecé a escribirte, quería que sepas que le diste una razón a mi vida, que la llenaste con tu voz, tu risa y tus preguntas y que… aunque no esté contigo un día siempre estaré de algún modo. El tiempo no es nada comparado con tus manos en las mías, cuando subida en mis hombros ves el mundo como nadie puede verlo y aún cuando lloras en mis brazos y me cuentas tus tristezas me haces el hombre más feliz del mundo por que tengo la dicha de tenerte y de decirte las cosas que a mí no me enseñaron… que te amo, que eres lo mejor que el mundo me ha dado y que siempre estás conmigo en cada día, en cada noche y en cada línea que yo escribo. Feliz Día Azulita, tres años es solo el comienzo de una vida.