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jueves, marzo 17, 2011

De trapaceros y trapacerías


El debate presidencial estuvo plagado de momentos histriónicos y de evocadores días en que gobernaban algunos; como lo hizo Toledo quien efectivamente tuvo un periodo de gobierno que ya todos sabemos cuál fue el balance, sin embargo sorprendió la actitud evocadora de Keiko Fujimori cuando hablaba en primera persona por el periodo de Fujimori – Montesinos, hablo de los miles de kilómetros de carreteras de la época de la mafia como fueran obras de una gobierno anterior suyo, quizás el inconsciente la traicionó.

Toledo para variar quiso sorprender a todos – y sin duda lo hizo- Toledo anunció que se hizo una prueba toxicológica y que la pondría a disposición de los medios, lo que no dijo fue que el notario que certificaba la prueba era un chakano, es decir, un adepto suyo, un amigo de su partido.

El afamado “Zorro” esta vez no fue encarnado por Christian Meier, sino que estuvo risiblemente interpretado por el Dr. Noriega Salaverry quien, chicote en mano, amenazó a todos los candidatos que se le antojó denominándolos además “Supaypawawa” (hijo del diablo), nadie más excéntrico ni irreverente, loco encomiable y de atar – alguna vez cuando iba a entrevistarlo en esta ciudad no tuvo mejor idea que asistir en trusa a la entrevista, lo que ya lo anunciaba como un orate pretencioso –

El carismático PPK con la sonrisa más amplia del mundo no dejó de endulzar su participación con la famosa pastillita que ya es recurrente en sus presentaciones y que la mastica para una supuesta alergia, según explicó una vez en un programa de Rosa María Palacios cuando se le interpeló por esa conducta tan poco convencional.

Una frase que pasará a la antología de los discursos políticos fue la de una menuda y pigmea candidata que figura en el grupo de “los otros” “¿Y dónde pretenden ustedes incluir a esta chola?”, “Tengan en cuenta mi valentía al presentarme como candidata ante tanto Goliat, ante tantos millones de dólares”, sentenció la candidata Juliana Reymer con esa simpleza y picardía que la caracterizan.
Ollanta gritó, protestó, amonestó, refutó, rechazó… y con justa razón, el uso de portátiles, pese a que se había a cordado que no habría grupos de personas haciendo hurras por tal o cual partido político. El discurso de Ollanta fue invariable, esperado, predecible y previsible, nada nuevo con un chauvinista confundido y mimetizado entre el comunismo y el chavismo.
José Ñique, otro candidato que está considerado en el grupo de “los pitufos” o de los “otros” no quiso pasar desapercibido y lanzó sus manotazos, como también lo hicieron Manuel Rodríguez y Rafael Belaunde, manotazos como de quien se resiste a ser devorado por ese remolino vil de la política.
La palabra trapacero hace alusión a aquella persona que se sirve de engaños y artificios para defraudar a una persona en algún asunto. También se dice de quien intenta engañar a alguien con engaños y mentiras.
En síntesis nos encontramos frente  a un grupo de personas que tienen un arte histriónico en potencia, que les agrada el debate pero a lo criollo, la mofa, “el chongo”… que darían cualquier cosa por llegar a ser presidentes y que harían también cualquier cosa con tal de no dejar de serlo, que son nuestros compatriotas, que uno de ellos será presidente y que son grandes trapaceros del Perú.

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