La ciudad de Cajamarca se ha visto saturada de publicidad política, miles y miles de afiches se encuentran diseminados en paredes, postes, árboles y cuanto espacio sea accesible para pegar uno de los multicolores y llamativos afiches.
El centro histórico no se ha respetado en lo absoluto, los afiches se encuentran pegados en las monumentales casonas en conjunto, como un grupo de píxeles que buscan formar una imagen grandiosa.
A este tipo de publicidad se ha sumado una más curiosa y relativamente nueva, se trata de un conjunto de vehículos ataviados con los colores de tal o cual partido y decorados con las fotos de los distintos candidatos; desde modernas camionetas hasta vetustos y destartalados autos, sin obviar por cierto las mototaxis que además utilizan banderas con el emblema del partido al que representan.
En esta lucha parece que todo vale, el respeto a la propiedad ajena es lo último en lo que los candidatos han pensado. Un día amanece y uno descubre con asombro e incredulidad que durante la noche la fachada de su hogar fue tapizada con los horrendos afiches, pegados además con engrudo y con rodillo, es decir, ni pensar en arrancarlos, solo queda contratar un pintor y olvidar el hecho.
En las carreteras que salen de Cajamarca a todos los puntos de la región la historia es similar, los puentes, los muros y hasta las piedras han sido coloreadas con esmalte para evitar el despintado ante la eventualidad de una lluvia, sin contar aquella que ilegalmente se ha hecho en los cerros.
La manera en que cada candidato realiza su campaña, los sitios que utiliza y el tremendo gasto que ello implica hace pensar al elector de la conducta y modales de alguien que pretende gobernar, luego en la procedencia del dinero para pintar kilómetros y kilómetros de muros. El que mucho abarca poco aprieta.
La forma en que cada candidato se presenta ante la colectividad a través de su publicidad dice mucho de lo que vendría si ese personaje llegara a asumir una curul, a representarnos a los cajamarquinos y sobre las acciones que tomaría en una determinada circunstancia.
En la actualidad existen métodos que se pueden usar y que permitirían llevar una campaña limpia y que no dañe las paredes ni malogre las fachadas del centro histórico, pero se piensa siempre que la oscuridad de la noche es un gran aliado para delinquir en la propiedad ajena.
En la actualidad existen algunas casas y lugares en donde se puede encontrar, aunque parezca increíble, publicidad electoral de los años 80. En pleno siglo XXI en donde la tecnología avanzó inmensurable resulta irrisorio que se sigan escribiendo en las paredes VOTA POR… con viejas técnicas de hace más de cien años.
La transparencia de una campaña política también se mide en el respeto hacia la propiedad ajena, no solo son sucias las campañas que se financian con dineros oscuros, sino que también lo son las que ensucian una ciudad sin el menor remordimiento.