Fue sin darme cuenta cuando había dejado de caminar de tu mano, cuando hice del tiempo vivido sólo un puñado de recuerdos arrugados y empecé a caminar más allá de nuestro horizonte, por caminos que antes sin ti nunca había andado. Dije que había crecido y que necesitaba más espacio y me alejé como si el viento de la vida me hubiera convertido en una cometa a quien los días tristes le arrancaron el hilo y se lo llevaron lejos.
Así un día, cuando a poco de partir, llegaron otros abrazos, otros afectos y otros silencios. Me fui olvidando de ti abuela, de tus palabras que hacías para mí en mis tardes de infancia, de las chompas que tejías sentada al filo de la tarde mientras las horas te condenaban a ser cada día más mi abuela. Cuando decirte que te amaba no me daba ninguna vergüenza, cuando besar tus manos era una rutina que amaba… y después al caer la tarde, oír los cuentos que me daban miedo junto al fogón humeante de la vida.
La vida siempre olvida, las cosas más gratas un día se lleva la ingratitud. No quiero pensar que un día sólo voy a encontrarte en mi recuerdo, no quiero hacer un mar de lágrimas para cruzar por este abismo de tiempo que hoy nos separa. Los hijos son palomas que un día les crecen las alas y se marchan – lo decías – sabiendo que pronto el tiempo se diluye en años.
Te he visto marchita, apenas tu voz es el reflejo pálido de tus risas de antes, de tus historias largas cuando me hablabas de tu infancia, de tus días de costura en Trujillo y de las películas en cinema con Pedro Infante. No te vayas abuela, regresa ahora con tu mirada de ayer, a cantarle a la tarde tus penas… (Dos mineros que bajaban por la mesita de plata…) No te vayas, que aún hay saúcos para engañarle a las golondrinas que se ha hecho ya tarde.
La vida es un retazo de tiempo y puede esperar. Vuelve a jugar con los capulíes, ponle nombre a las plantas como lo hacías, el mundo necesita que inventes una cura para el aire y los seres humanos necesitamos que nos inventes una para la tristeza. Enséñanos tus recetas para ser felices en estos días aciagos. Las maletas no están hechas para ti, deja que se las lleve la ausencia. Tenemos días nuevos que moler en el batán de este mayo, sin ti las margaritas van enmudecer para siempre y la lluvia y el viento…
Voy a volver a ti con el sonido de mis pasos, como cuando corría de niño al verte llegar a casa, cuando era fácil demoler el tiempo con tu mirada y liberábamos el agua de los estanques, como cuando me llevabas a los templos a enseñarme los cantos que aprendí para después olvidarlos, pero que cada vez que los oigo me traen tu nombre, tus ojos y tu mirada.
No te vayas abuela, no me hagas llorar, toma mi mano, regresemos a la casa y continuemos en el último instante en que nos quedamos… sigamos hablando de las almas, de las plantas, de las tardes lejanas.
No te vayas abuela… te amamos tanto, tanto…
Así un día, cuando a poco de partir, llegaron otros abrazos, otros afectos y otros silencios. Me fui olvidando de ti abuela, de tus palabras que hacías para mí en mis tardes de infancia, de las chompas que tejías sentada al filo de la tarde mientras las horas te condenaban a ser cada día más mi abuela. Cuando decirte que te amaba no me daba ninguna vergüenza, cuando besar tus manos era una rutina que amaba… y después al caer la tarde, oír los cuentos que me daban miedo junto al fogón humeante de la vida.
La vida siempre olvida, las cosas más gratas un día se lleva la ingratitud. No quiero pensar que un día sólo voy a encontrarte en mi recuerdo, no quiero hacer un mar de lágrimas para cruzar por este abismo de tiempo que hoy nos separa. Los hijos son palomas que un día les crecen las alas y se marchan – lo decías – sabiendo que pronto el tiempo se diluye en años.
Te he visto marchita, apenas tu voz es el reflejo pálido de tus risas de antes, de tus historias largas cuando me hablabas de tu infancia, de tus días de costura en Trujillo y de las películas en cinema con Pedro Infante. No te vayas abuela, regresa ahora con tu mirada de ayer, a cantarle a la tarde tus penas… (Dos mineros que bajaban por la mesita de plata…) No te vayas, que aún hay saúcos para engañarle a las golondrinas que se ha hecho ya tarde.
La vida es un retazo de tiempo y puede esperar. Vuelve a jugar con los capulíes, ponle nombre a las plantas como lo hacías, el mundo necesita que inventes una cura para el aire y los seres humanos necesitamos que nos inventes una para la tristeza. Enséñanos tus recetas para ser felices en estos días aciagos. Las maletas no están hechas para ti, deja que se las lleve la ausencia. Tenemos días nuevos que moler en el batán de este mayo, sin ti las margaritas van enmudecer para siempre y la lluvia y el viento…
Voy a volver a ti con el sonido de mis pasos, como cuando corría de niño al verte llegar a casa, cuando era fácil demoler el tiempo con tu mirada y liberábamos el agua de los estanques, como cuando me llevabas a los templos a enseñarme los cantos que aprendí para después olvidarlos, pero que cada vez que los oigo me traen tu nombre, tus ojos y tu mirada.
No te vayas abuela, no me hagas llorar, toma mi mano, regresemos a la casa y continuemos en el último instante en que nos quedamos… sigamos hablando de las almas, de las plantas, de las tardes lejanas.
No te vayas abuela… te amamos tanto, tanto…