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lunes, julio 13, 2009

Más allá del amor célibe






Nuevamente ha surgido la polémica en cuanto al celibato que deberían mantener los sacerdotes de la iglesia católica. Se ha llegado incluso a hablar erróneamente de dos milenios de celibato en ese círculo que forman las autoridades eclesiásticas, sin embargo, se ha demostrado que los primeros apóstoles de Cristo tenían sus esposas y que conformaban familias, con excepción de Pablo, lo que no significa que el celibato haya sido una imposición en esa época.

Mentes más osadas han afirmado que Jesús no sólo tuvo familia, sino que tenía hermanos y hermanas, pero ello no ha podido ser científica ni históricamente demostrable. Los primeros obispos tenían familia y se habla incluso de que uno de los fundamentos de la conducta de un obispo era la comprensión a la esposa.

Es en el siglo V de la era cristiana que se produce el colapso de Roma y con ello se instaura la barbarie. Los monjes descendientes de los anacoretas escriben copias de los principales textos religiosos y se aíslan en el desierto, es ahí donde empiezan a practicar el celibato y esa influencia que ellos ejercen en la Iglesia asume que la sexualidad es algo negativo y se aplica la visión agustiniana de la sexualidad. (San Agustín fue libertino y asumió concepciones heréticas, cuando se convirtió al catolicismo fue célibe y pregonó una idea negativa de la sexualidad, planteó por ejemplo que las relaciones sexuales sólo debían ejercerse para procrear, de ahí el fundamento de la Iglesia de oposición a la anticoncepción).

Solo se puede afirmar a ciencia cierta que la Iglesia aceptó a los cuatro evangelistas más conocidos y aceptó como válidos los libros que escribieron, ello no significa que no hayan existido otros libros ni otros evangelistas. Las fuentes históricas de la vida de Jesús son muy limitadas y están atiborradas de especulaciones, que destruyen y recrean nuevas hipótesis y teorizan constantemente el inicio del catolicismo.

¿Qué tan relevante puede significar el ser célibe en una religión que predica el amor y afianza sus principios más sólidos en la familia y en el hecho de compartir? ¿Acaso la sexualidad no es un acto en el que se comparten dos cuerpos más allá de los factores espirituales?
El ejercicio de la sexualidad es un derecho que no debería ser coaccionado con ningún dogma y que debiera comprenderse como parte integral de un ser humano, una comunión de la vida.

¿Qué capacidad sobrehumana debe poseer un sacerdote para negar un aspecto importante de su fisiología? Compartir es una palabra emblema de la Biblia y si la iglesia católica se está viendo debilitada por las violaciones constantes al celibato, debería pensarse en una reforma que la humanice y solidifique las vapuleadas bases, esas que están cimentadas en los primeros días de un Cristo que si bien amó a la humanidad hasta el punto de entregar su vida por ella, también nos enseñó que no hay nada más importante que el amor compartido a plenitud.

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