Recientemente
se celebró el día del huevo y poco sabemos de él y de su rol no protagónico
pero sí proteico en las mesas peruanas y de forma especial
en las cajamarquinas. No es lo mismo un huevo de gallina de corral que uno de granja.
Las
gallinas alimentadas con maíz y en un ambiente natural ponen huevos más
sabrosos, nutritivos y coloridos frente a los de granja, de uso más común, pero
con evidente pérdida de calidad. A la hora de recrearse, la gallina feliz se
pasea todos los días por el campo a plena libertad, corre y descansa cuando
quiere, respira el aire limpio, se codea con sus amigas, saca a pasear a sus
polluelos, en fin, se mueve a sus anchas. La segunda, en cambio, vive confinada
al encierro de por vida. Y aunque suene duro decirlo, ella nacerá, morirá,
comerá y eliminará sus desechos en exactamente el mismo lugar. Por lo mismo,
sus picos y alas serán cortados para tener el menor radio de movimiento
posible.
A
la hora de comer, nuestra gallina feliz tendrá
alimento 100% orgánico, maíz, por ejemplo, y otros granos, sumado a una
buena cuota de gusanos y bichos que picoteará de la tierra a fin de tener las
proteínas necesarias, tal cual sucede en la campiña.
Las
de cautiverio en cambio, tendrán que conformarse con un polvo, -alimento
especial para gallinas- el cual
contiene todo lo necesario para crecer, vitaminas, proteínas, minerales, etc.
en base a la más insulsa harina de pescado. Ni hablar del uso de la soya para
la entrega de proteínas. No hay que olvidar que la soya es uno de los cultivos
más transgénicos del mundo.
A
la hora de empollar, pues, nuestras gallinas de campo salen a buscar el lugar
perfecto para echarse el tiempo que sea necesario. Nada de esto ocurrirá en los
criaderos, que le dejarán este trabajo a las incubadoras a fin de hacer más
rápida la producción.
La
naturaleza, ha dictado que lo normal es que la gallina ponga un huevo al día.
Cuando sale el sol ella ya sabe que es hora de trabajar, y pone. Algunas podrán
poner un poco más y otras, un poco menos. En invierno la cosa se pone más
dramática, el frío las frena un poco y, por tanto, en esta época escasearán los
huevos. Cosas de la naturaleza.
Muy
distinto a lo que ocurre en una granja con los huevos de gallina. Encerradas,
sus dueños tienen la capacidad de manejar el día y la noche a su antojo
prendiendo y apagando la luz. La conclusión, una de estas gallinas pone, en
promedio, cuatro huevos diarios. Eso hace que después de un año de producción
ya se haga necesario sacarla de la línea, pues el desgaste ha sido tal que no
podrá rendir igual.
Las
gallinas en cautiverio ponen huevos menos sabrosos y de menor tamaño, de ahí
que los cajamarquinos prefiramos siempre los sabrosos huevos de gallinas de
corral que venden mayormente las personas del campo que vienen a la ciudad y
que crían a sus gallinas en el campo a su libre albedrío.
Mientras
un tipo de huevo carece por completo de hormonas y químicos, además de tener un
sabor inconfundible, el segundo será descolorido, con un olor nauseabundo y,
por supuesto, no sólo menos rendidor en cuanto a sus propiedades, sino también
en su cantidad. Las gallinas al igual que los seres humanos también tienen sus
sufrimientos –aunque parezca risible-
y la vida que llevan determinará el tipo de
huevo que pongan y que acabe en nuestra mesa.