El camino al
infierno está empedrado de buenas intenciones y es lo que se ha descubierto en
los famosos programas sociales que hablan de la inclusión social.
Los programas
apuntaban inicialmente a cubrir necesidades básicas de los más pobres, es
decir, de aquellas personas que se encontraban en el cinturón de extrema
pobreza y que cada día tenían serias limitaciones y penosas angustias para
poder cubrir necesidades básicas de alimentación. A este amplio sector de
peruanos se había dirigido el término INCLUSIÓN,
sin embargo en estos programas se incluyeron muchos que nada tenían que ver con
el perfil de los que participaban en estos programas, y como una nube de golondrinas
se fueron uniendo personas con una economía solvente, con ingresos diarios nada
despreciables, con sueldos del Estado y hasta con negocios que les reportan
cantidades importantes de dinero diariamente.
Los programas
sociales siempre fracasan en el Perú debido a mal denominado “viveza
criolla” que en realidad debería llamarse “tristeza criolla”,
porque el hecho de que personas que tienen ingresos económicos aceptables le
roben a personas que se encuentran en extrema pobreza y que además las excluyan
de este tipo de programas debido a favoritismos inaceptables e imperdonables,
es algo que no se puede permitir en un país en donde existen sectores golpeados
duramente por desempleo y grandes necesidades que polarizan a una sociedad en
donde los ricos se hacen cada día más ricos y los pobres cada vez son más pobres; mucho menos se puede
llamar a ello viveza.
Lamentablemente en
la sociedad peruana existe una estirpe de vividores, de ladinos que ha hecho
que los programas sociales estén plagados de gente inescrupulosa que no tiene
el menor reparo en arrebatarle el pan a niños y ancianos que realmente lo
necesitan y se encuentran en una situación deplorable. Existe aquí una
complicidad condenable de ciertos gobernadores, autoridades, alcaldes y
evaluadores que han hecho de estos programas patéticos ejemplos de cómo robarle
al estado o ganar dinero sin trabajar. Existen familias enteras inscritas en
programas como Juntos o Pensión 65 cuyos perfiles no se adecuan para nada a los
que exige la ley para ser parte de ellos.
Mientras esto siga
sucediendo, a vista y paciencia de poblaciones enteras, la sociedad se seguirá polarizando más y los
conflictos se agudizarán cada vez más y más. Las buenas intenciones del
gobierno se han visto traicionadas y burladas por su misma gente, aquella que
contrató para evaluar a quienes tenían reales necesidades.
En la región Cajamarca los casos denunciados en contra de quienes
delinquen robando al Estado en complicidad con una cadena de personas que en
vez de velar por los programas sociales los han acabado prostituyendo son muy conocidos.
Una vez más los más pobres y necesitados son los excluidos de la inclusión que
tanto se habla y un grupo de sinvergüenzas se reparte el botín mal habido.
Historia aparte es la de los politiquillos que usan los programas
sociales como resortes para activar sus “portátiles” y chantajear a los
verdaderos pobres de los programas sociales cada vez que necesitan hacer creer
que sus marchas y discursillos fueron multitudinarios. Citando al gran Cesar
Vallejo nos preguntaríamos ¿Hasta cuándo la cena durará?