Para Luz María
La vida tiene
círculos que hay que ir cerrándolos con el paso del tiempo. Los seres humanos
solemos acostumbrarnos con frecuencia con los que hacemos, con las personas que
nos rodean y hasta nuestros afectos más profundos muchas veces son parte de una
costumbre.
Quebrar lo
establecido siempre duele, romper esa rutina y tomar nuevos caminos. Caminar
por otras calles, conocer otras personas, reírse de otras cosas. La vida
siempre estará cargada de razones para seguir aunque muchas veces pensemos que
ha llegado el final. La vida es una larga carretera con muchas piedras que
tenemos que evitar.
Alguien dijo alguna
vez que la vida está hecha de pequeñas costumbres cotidianas, repeticiones
autómatas que van haciendo la sumatoria de nuestros días y que esa repetición
frecuente forja los hábitos y ellos
nuestro espíritu, nuestra personalidad y nuestro destino.
Cuando a veces
reaccionamos y nos damos cuenta ya es demasiado tarde para enmendar el daño que
hemos hecho. La vida está llena de fracasos, quien no fracasa no ha vivido, no
arriesgó y por lo tanto no tiene nada que perder, pero tampoco nada que ganar y
nunca va a ganar sin arriesgar.
El amor es la
fuerza que mueve el mundo. En la carta de San Pablo a los Corintios (13, 1-13) dice:
“Aunque yo hablara todas las lenguas de los hombres y de los
ángeles, si no tengo amor, soy como una campana que resuena o un platillo que
retiñe.
Aunque tuviera el don de la profecía y conociera todos los misterios y toda la ciencia, aunque tuviera toda la fe, una fe capaz de trasladar montañas, si no tengo amor, no soy nada.
Aunque tuviera el don de la profecía y conociera todos los misterios y toda la ciencia, aunque tuviera toda la fe, una fe capaz de trasladar montañas, si no tengo amor, no soy nada.
Aunque repartiera todos mis bienes para alimentar a los
pobres y entregara mi cuerpo a las llamas, si no tengo amor, no me sirve para
nada.
El amor es paciente, es servicial; el amor no es envidioso,
no hace alarde, no se envanece, no procede con bajeza, no busca su propio
interés, no se irrita, no tienen en cuenta el mal recibido, no se alegra de la
injusticia, sino que se regocija con la verdad.
El amor todo lo disculpa, todo lo cree, todo lo espera, todo
lo soporta.
El amor no pasará jamás. Las profecías acabarán,
el don de lenguas terminará, la ciencia desaparecerá; porque nuestra ciencia es
imperfecta y nuestras profecías, limitadas.
Cuando llegue lo que es perfecto, cesará lo que es
imperfecto.
Mientras yo era niño, hablaba como un niño, sentía como un
niño, razonaba como un niño, pero cuando me hice hombre, dejé a un lado las
cosas de niño. Ahora vemos como en un espejo, confusamente; después veremos
cara a cara. Ahora conozco todo imperfectamente; después conoceré como Dios me
conoce a mí.
En una palabra, ahora existen tres cosas: la fe, la esperanza
y el amor, pero la más grande todas es el amor”.