Tantas veces me asomé por este balcón solamente para
ver si habías llegado.
Esta columna tiene
un significado especial para mí como autor de ella porque es la número mil que
se publica en este diario. Nació hace varios años y es el resultado de muchas
miradas que da uno a la vida y las piensa desde un enfoque muy personal e
íntimo con la única intención de compartir un espacio con quienes creen ver en
ella algo que pueda interesar.
Cuando tuve la
oportunidad de empezar a escribir una columna en un diario hubo que buscarle un
nombre, “Balcón Interior”, es el
título de uno de mis libros de poemas más queridos y que aun no ha sido
publicado por mi propia desidia. Me pareció que el nombre no podía ser mejor
para un espacio así ya que la columna es un espacio de opinión desde el que
abordo diversos temas cada día. Es como ver desde un balcón lo que pasa
diariamente o lo que pasó sin darnos cuenta siempre desde un punto de vista muy
personal que no busca más que compartir una modesta opinión.
He tenido algunas
querellas por lo escrito en este espacio - todas de ellas ya resueltas felizmente-,
seguramente que otras aguardarán tras ese velo invisible de días que uno no
sabe hasta cuándo han de durar.
A través de este
espacio he conocido a mucha gente de la que he aprendido mucho, con quien he
compartido mucho y de quien me siento complacido. La vida es una cadena
infinita de situaciones inesperadas que nos marcan un camino desconocido y que
debemos cruzarlo a cada instante en soledad.
Hoy quiero
agradecer a todas aquellas personas que cada día se toman la molestia de
ingresar al blog del Balcón Interior y leerme por más lejos que se encuentren – ver
la huella de sus registros en la web desde lugares tan disímiles y desde
ciudades tan distantes es para mí la mejor satisfacción de cada día cada vez
que actualizo el blog en la web- También a quienes leen diariamente en
la edición impresa, a quienes leen y me critican porque me hacen ver los
errores, a quienes me leen y no dicen nada y a quienes leen el Balcón y piden
cerrarlo para siempre porque eso me fortalece y me motiva.
Gracias a las veces
que en algún lugar, alguna vez encontré una columna recortada y guardada bajo
el vidrio de un escritorio o sujeta con un alfiler en la pared, esos momentos
han sido diplomas para mi alma, aunque sé que en el fondo no lo merezco.
Perdón por los
arrebatos y los errores, por las ofensas y los exabruptos, sé que han sido en demasía y que muchas veces
el furor del alma comete excesos. Hay cosas que solo se aprenden con el tiempo.
El tiempo es el mejor maestro aunque no los hombres somos siempre sus mejores
alumnos.
Después de mil
columnas hay una secreta satisfacción y una constante disconformidad, una gran
alegría y un compromiso permanente de mejorar y seguir hasta donde se pueda,
hasta que den las fuerzas y las
horas, porque como todo en esta vida llegará un momento en que las puertas de
este Balcón Interior se cierren y se
ceda el espacio a otros que vendrán cuando nos hayamos ido y ya no estemos,
porque en la vida siempre estamos a la espera de la muerte y aunque no queramos
ella nos espera y a diferencia de nosotros ella es muy paciente y siempre, pero
siempre, acaba por alcanzarnos.