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jueves, noviembre 29, 2012

El Centro Histórico y sus males La Dirección Regional de Cultura ha iniciado una titánica labor de protección del Centro Histórico, lamentablemente somos los mismos vecinos quienes violamos sistemáticamente el reglamento establecido hace mucho tiempo. Cajamarca es una ciudad cuyo Centro Histórico tiene un origen colonial y que ha sobrevivido a distintos procesos de cambios arquitectónicos a través de los siglos, lamentablemente esa ola modernista que hoy la azota pretende arrebatarle el señorío de sus casonas y la ornamentación arquitectónica que la hace única en el continente americano. Somos expertos “sacando la vuelta” a la ley, muchos vecinos “notables” del centro histórico demolieron las casonas originales y las volvieron a construir sin permiso ni licencia alguna, otros más hábiles socavaron los cimientos para derribarla y hacer aparecer como un hecho fortuito para luego, además, culpar a las autoridades de la Dirección Regional de Cultura. No nos gusta cumplir la ley, somos especialistas inventando la manera de circundarla y saltarla y eso ha generado que la destrucción del centro histórico sea cada vez más evidente y que hoy aparezcan muchas construcciones modernas erguidas entre las tejas de arcilla de nuestro bello centro histórico. Pese a que las instituciones tutelares deberían ser las llamadas a velar por el cumplimiento de las normas que nos rigen, esto muchas veces resulta al revés, como viene sucediendo con una antigua portada colonial ubicada en el jirón Apurímac, en donde fue la llamada “Casa de la Fundición“ la portada se cae a pedazos no solo con el riesgo de desaparecer para siempre, sino constituyendo además un claro atentado contra la vida, pues ya se han desplomado algunas piedras y otras lo harán en cualquier momento. El predio es propiedad del Obispado, pero parece no importarles en absoluto. Otro ejemplo lamentable de lo que sucede en Cajamarca es el de la Casona monumental ubicada en la esquina de los jirones José Gálvez y Amalia Puga y que fue la casa del Obispo Grosso y por muchos años asilo de ancianos, hoy convertida en una multicolor casona en donde cada uno de los inquilinos o propietarios pinta, rompe elementos ornamentales de los muros, destroza balcones o enluce con cemento sobre los vestigios de una fachada que alguna vez lució excelsa – además de los antros que en parte de ella venden licor toda la noche y un aserradero clandestino- . Frente a parte de ella, la Casa del patricio Toribio Casanova amenaza con venirse abajo en cualquier momento. Ejemplos como estos sobran en Cajamarca. Como aquella casa ubicada en las intersecciones de los jirones Amazonas y Tarapacá, la que se dejó caer adrede con la intención de construir allí un centro comercial. En las provincias sucede lo mismo y con mayor incidencia, Celendín por ejemplo, en los últimos cinco años se ha derribado y vuelto a construir con ladrillo y cemento casi el 40% de las casas del perímetro de la Plaza de Armas. Nos falta identidad y mientras eso no suceda, toda acción bien encaminada como la que realizan las arquitectas Carla Díaz y Sandra Cerna, siempre serán gritos ahogados en una sociedad especialista en “sacarle la vuelta” a la ley y alejándonos cada vez más de nuestra propia historia.



La Dirección Regional de Cultura ha iniciado una titánica labor de protección del Centro Histórico, lamentablemente somos los mismos vecinos quienes violamos sistemáticamente el reglamento establecido hace mucho tiempo.

Cajamarca es una ciudad cuyo Centro Histórico tiene un origen colonial y que ha sobrevivido a distintos procesos de cambios arquitectónicos a través de los siglos, lamentablemente esa ola modernista que hoy la azota pretende arrebatarle el señorío de sus casonas y la ornamentación arquitectónica que la hace única en el continente americano.

Somos expertos “sacando la vuelta” a la ley, muchos vecinos “notables” del centro histórico demolieron las casonas originales y las volvieron a construir sin permiso ni licencia alguna, otros más hábiles socavaron los cimientos para derribarla y hacer aparecer como un hecho fortuito para luego, además, culpar a las autoridades de la Dirección Regional de Cultura.

No nos gusta cumplir la ley, somos especialistas inventando la manera de circundarla y saltarla y eso ha generado que la destrucción del centro histórico sea cada vez más evidente y que hoy aparezcan muchas construcciones modernas erguidas entre las tejas de arcilla de nuestro bello centro histórico.

Pese a que las instituciones tutelares deberían ser las llamadas a velar por el cumplimiento de las normas que nos rigen, esto muchas veces resulta al revés, como viene sucediendo con una antigua portada colonial ubicada en el jirón Apurímac, en donde fue la llamada “Casa de la Fundición“ la portada se cae a pedazos no solo con el riesgo de desaparecer para siempre, sino constituyendo además un claro atentado contra la vida, pues ya se han desplomado algunas piedras y otras lo harán en cualquier momento. El predio es propiedad del Obispado, pero parece no importarles en absoluto.

Otro ejemplo lamentable de lo que sucede en Cajamarca es el de la Casona monumental ubicada en la esquina de los jirones José Gálvez y Amalia Puga y que fue la casa del Obispo Grosso y por muchos años asilo de ancianos, hoy convertida en una multicolor casona en donde cada uno de los inquilinos o propietarios pinta, rompe elementos ornamentales de los muros, destroza balcones o enluce con cemento sobre los vestigios de una fachada que alguna vez lució excelsa – además de los antros que en parte de ella venden licor toda la noche y un aserradero clandestino- .

Frente a parte de ella, la Casa del patricio Toribio Casanova amenaza con venirse abajo en cualquier momento.

Ejemplos como estos sobran en Cajamarca. Como aquella casa ubicada en las intersecciones de los jirones Amazonas y Tarapacá, la que se dejó caer adrede con la intención de construir allí un centro comercial.

En las provincias sucede lo mismo y con mayor incidencia, Celendín por ejemplo, en los últimos cinco años se ha derribado y vuelto a construir con ladrillo y cemento casi el 40% de las casas del perímetro de la Plaza de Armas.

Nos falta identidad y mientras eso no suceda, toda acción bien encaminada como la que realizan las arquitectas Carla Díaz y Sandra Cerna, siempre serán gritos ahogados en una sociedad especialista en “sacarle la vuelta” a la ley y alejándonos cada vez más de nuestra propia historia.

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