Un toro indefenso
sale a la arena, un animal asustado por el ruido y por la gente que lo
contempla. Un hombre vestido con licras y luces, además de medias rosadas,
utiliza un capote para demostrar que es valiente. El toro está espantado y mira
desconcertado todo lo que sucede a su alrededor.
Después empieza eso
que los taurómacos llaman arte y cultura en medio de oles, muchos aplausos y
mucha bulla de los pasos dobles que suelen acompañar las faenas de muerte de
los toreros. Después un picador empieza la tortura, luego tres pares de
banderillas – una especie de anzuelos gigantes’ se clavan en el lomo del pobre
animal,- finalmente uno o varios estoques – todo depende de la
habilidad del matador. Mucha sangre y muchos aplausos.
250 mil toros son
masacrados en las corridas de toros cada año, alrededor del mundo. Los países
donde están prohibidas son: Argentina, Canadá, Cuba, Dinamarca, Italia, Reino
Unido y algunas regiones de España como Cataluña, Tossa de Mar, Prohibidas:
Argentina, Canadá, Cuba, Dinamarca, Alemania, Italia, Países Bajos, Nueva
Zelanda y el Reino Unido.
Fueron abolidas en Las
Islas Canarias y la mayor parte de Francia. La abolición basa su principio en
que la crueldad a los animales no tiene un lugar en la sociedad actual.
En lo que va del
año más de 500 corridas de toros se han realizado en el Perú, en la actualidad
se realiza la Feria de Acho en Lima en donde cada domingo se matan varios
toros, pese a la acción recurrente de los antitaurinos que se oponen con justa
razón a que se siga cometiendo ese tipo de espectáculos con lemas como “¡La tortura no es arte ni cultura!” y “¡Ninguna tradición por encima de
la razón!”.
Los peruanos manejamos una doble moral,
cuando hace unos días en los dantescos episodios de la parada un desadaptado
quebró la pata de Lamar, una yegua de la Policía Nacional. Todos hicimos una
pausa para lamentar el hecho, era tristísimo ver al pobre animal con la patita
quebrada, sin poder caminar. Tuvo que ser sacrificada, todos lamentamos el
hecho incluso los taurinos, sin embargo se cree erradamente que matar toros en
una corrida salvajemente es una cuestión cultural.
Una plaza de toros no es otra cosa que un
coliseo romano, en donde la arena se tiñe de sangre y todos miran con devoción
un homenaje a la muerte. Se paga por ver, se grita, se aplaude, se sufre…
¿Cuál será el efecto psicológico que
causa cuando un niño ve una corrida de toros por primera vez? Probablemente
haya una profunda huella en quienes viven ese momento con escenas tan crueles, una
absurda herencia de nuestros conquistadores.
Si cada plaza de toros del Perú se
convirtiera en una escuela o en una biblioteca seríamos un país más culto, no
veríamos con la indiferencia que hoy vemos a esos hechos y quizás nuestros
hijos un día lo agradecerían, sin embargo aun estamos muy lejos de eso, nuestro
razonamiento aun es primitivo y pensamos que una corrida de toros es un acto
cultural en donde existe mucho arte… el arte de matar y de la indolencia y eso
le estamos enseñando a nuestros hijos.