Gustave Flaubert aprendió a leer sólo a los siete años. Por eso es
que Sartre tituló las casi 4,000 páginas de su biografía flaubertiana como “El
idiota de la familia” (C.H.)
Cuando Ollanta Humala llegó al poder su postura era de izquierda,
sus discursos en la campaña política estaban pintados de rojo y sus juntas
políticas de esos días era gente de Patria Roja – recordemos sino a Gregorio
Santos recibiendo a Ollanta candidato en el mismo Gobierno Regional de
Cajamarca y a Jorge Rimarachín con Werner Cabrera aplaudiendo en su mítines y
corriendo tras de las camionetas que hacían la caravana del hoy presidente-.
Nadie en ese entonces pensaba en el drástico viraje que Ollanta
iba a hacer luego de ganar las elecciones y darse cuenta en el escenario que
las cosas no eran como las creía –Probablemente luego de su conversación con
los miembros de la Confiep, se dio cuenta que urgía mantenerse más al centro
derecha que a la izquierda- Y cambió de discurso y pensamiento.
El Movadef entonces, veía con buenos ojos a Ollanta en el Poder,
pero luego del viraje dramático, el grupo ignominioso se quitó la careta de cordero y se mostró tal
cual. Un grupo de terroristas y subversivos que bogan por la libertad de un
hombre que desangró a un país y que ahora pretende hacerse pasar por una
víctima del sistema, aprovechando la deficiencia de la juventud de muchos
imberbes que ven en el asesino a un mesías.
Pero el cambio a Ollanta le fue costando y tuvo que ir
despercudiéndose de sus ministros rojos y enviarlos a embajadas en donde no le
fueran incómodos ni causen mayores molestias. Un premio consuelo para aquellos
colaboradores que en algún momento sirvieron para llegar hasta donde Ollanta
llegó. Y así varias embajadas acabaron siendo habitadas por agradecimientos
postreros y los terroristas del Movadef lo sabían, por eso decidieron irse de
gira por México, Argentina y Brasil a pedir la libertad del genocida Abimael
Guzmán, porque sabían que en ellas encontrarían a camaradas y así fue, por eso
no sorprende la torpeza y poca sinvergüenza de Lynch quien además se victimiza.
Mientras que, increíblemente, el presidente de la Comisión de
Relaciones Exteriores, Javier Diez Canseco, se esmeró en restar importancia al
encuentro entre su socio político Lynch y la agrupación que difunde el
denominado "pensamiento Gonzalo", alegando una campaña en contra del
"pensamiento progresista". Alcorta dijo sentirse
"indignada" ante el hecho de que el "embajador político"
Lynch reciba a "estos malnacidos" del Movadef con el argumento de que
la embajada es "casa de todos los peruanos".
"¡Cómo es posible que este comunista caviar reciba a los
terroristas! Esa no es su casa, no puede hacer lo que le venga en gana, y ojalá
el presidente Ollanta Humala tenga los pantalones suficientes para traerlo a
dar explicaciones", expresó la iracunda congresista antes de que Lynch sea
expectorado.
Al igual que Diez Canseco, el presidente de la Corte
Interamericana de Derechos Humanos, Diego García Sayán, soltó un cándido
comentario que pinta de cuerpo entero su apoyo al polémico exembajador.
"De pronto el embajador (Lynch) no estaba plenamente
informado de quiénes eran las personas y qué buscaban. Eso ocurre muchas veces;
a veces te encuentran y se toman una foto contigo y no tienes cómo saber quién
es", afirmó, tratando de salvarlo, sobreprotegiéndolo, sin embargo solo
consiguió pintarlo como un perfecto idiota de todo ese grupo, casi una familia,
de embajadas rojas, de asesores rojos y de terroristas mentirosos que ahora
buscan en otras latitudes, ocultar la sangre roja -como sus ideas- que
manchó la historia de nuestro país por ese su líder al que hoy quieren redimir.