Nuevamente el
Pronaa en el ojo de la tormenta, más de cuarenta niños de una escuela primaria
en la comunidad de Pingullo, en el distrito de Hualgayoc se intoxicaron luego
de consumir alimentos de la cuestionada institución.
Los niños fueron
internados en el hospital de Bambamarca y algunos en el de Cajamarca gracias a
la oportuna intervención de los padres que se percataron del hecho, aunque ya
la Fiscalía de Prevención del Delito realiza las investigaciones ojalá que esta
vez se llegué al fondo del asunto y no quede impune esta negligencia como la
sucedida el año pasado en el caserío de Redondo, en la provincia de Cajabamba,
en donde murieron tres niños por la negligencia de los funcionarios del Pronaa.
Si ya por sí el
problema de la masiva intoxicación de los menores de una comunidad muy pobre es
preocupante, resultó histriónica la manera tan burda en que el Pronaa a través
de su oficina de Imagen Institucional trató de quedar bien librada de lo que,
de comprobarse responsabilidades, merecería un cambio absoluto de los
negligentes.
La Oficina de
Imagen Institucional emitió rápidamente una nota de prensa titulada
textualmente “ALUMNOS DE PINGUYO BAJO EN HUALHAYOC CAJAMARCA SUFRIERON DOLORES DE
CABEZA Y ESTÓMAGO LUEGO DE CONSUMIR LECHE FRESCA” – está escrita tal cual la enviaron- y como si de una broma o de la travesura de
los niños se tratara, una patética línea que agregaba: “Todos saldrán de
alta antes del mediodía”.
La nota en cuestión dice una sarta de sandeces
en la que se excluye en todo momento la palabra “INTOXICACIÓN”, que
es la esencia de lo sucedido, buscando dejar bien librados a los
funcionarios del Pronaa, un programa que se ha caracterizado por entregar
productos vencidos, o con fechas de vencimiento adulteradas o con pastillas que
al gasificarse matan los gorgojos… y en donde la desratización de los almacenes
se hace con Racumín… Un programa que tiene en su historia las tres muertes de
Redondo y en donde nadie fue a la cárcel por ese descuido.
Trabajar con alimentos que se reparte como
parte de un programa que busca ayudar a los más pobres, requiere de mucha
responsabilidad, de un tino infalible para evitar que hechos lamentables puedanocurrir.
Gracias a Dios en la comunidad de Pingullo no ha muerto un solo niño, pero pudo
suceder y si se sigue aplicando esa política descuidada va a suceder en cualquier momento.
Reconocer los errores es parte fundamental en
cualquier cadena laboral. Todos somos falibles, pero el tratar de maquillarlos
tan burdamente y decir que los niños se enfermaron porque tomaron leche fresca
es una burla inaceptable, una cobardía sin nombre que ha buscado proteger a los
responsables, o irresponsables que no hicieron un adecuado control y
revisión de los alimentos que se
reparten a los niños de Pingullo.
Lamentablemente la comunidad, que pertenece al
distrito de Hualgayoc, se encuentra en el desamparo, dado que el alcalde
distrital es un semianalfabeto cuya única actividad actual es la de la compra
de casas en Hualgayoc – con evidentes
fines de lucro para comercializar luego con alguna empresa interesada, más
claro ni el agua – Por eso urge que la investigación que haga sobre la
intoxicación masiva de niños que realiza el Ministerio Público determine las
causas y los responsables y que una vez más rueden las cabezas de quienes trafican
con el hambre y la necesidad de los niños más pobres del Perú.