El Congreso de la
República no dista en absoluto de un típico salón de clase de colegiales en
donde se grita, se insulta, se hace desorden y las mofas son el pan de cada
día. Al margen de los apelativos y motes que se han puesto a algunos
congresistas que han hecho méritos para ganárselos como “Comeoro”, “Robacable”… el desorden reinante
es absoluto.
Ayer en el
Hemiciclo, las congresistas fujimoristas Martha Chávez y Luisa María Cuculiza
arremetieron contra el legislador disidente de Gana Perú, Jorge Rimarachín, a
quien llamaron “zonzonazo” y “cobarde”, respectivamente como si de una plaza se
tratara el lugar del debate.
El hecho se produjo
porque Rimarachín dejó entrever que la primera había señalado en alguna
oportunidad que las víctimas de La Cantuta se habían autosecuestrado. Mientras
que en el caso de Cuculiza por haber insinuado que se trataba de una tránsfuga.
“Lo conmino a que
demuestre eso porque si no lo voy a denunciar por difamación”, respondió
Chávez. Mientras que Cuculiza afirmó que siempre fue fujimorista. “Tránsfuga será
usted, zonzonazo”, le dijo, ante el aplauso y la euforia de los espectadores.
Rimarachín aclaró
que Chávez solo había dicho que la ex agente del SIN Leonor La Rosa se había
autolesionado. “En esa lógica yo me atrevo a pensar que los de La Cantuta se
autosecuestraron y los de Barrio Altos se suicidaron”, dijo calmado ante el
ataque que era refrendado con carcajadas y risotadas propias de una pandilla de
vagos de cualquier esquina.
Este tipo de espectáculos
ya se han hecho recurrentes en el congreso, no es novedad que ese espacio que
debería ser un lugar de franco debate alturado y en el que se supone están las
personas que representan a los casi treinta millones de peruanos, se convierte
en una escuelita – misma escuelita del Chavo del Ocho-.
El ejemplo que
proyectan los congresistas en conjunto es realmente patético, es tan culpable
el que propicia el anatema como quien lo secunda con descomunales risas. En el
Congreso está sucediendo lo que en el argot criollo se llama “coger a alguien
de punto”, punto de las bromas, de los insultos y abusos, los que, al ser
secundados por los demás adquieren un matiz ofensivo y funesto. ¿Cómo
puede el Congreso legislar contra el bullying si es el centro de él con peleas
televisadas y con insultos denigrantes ante todos los peruanos? Podemos
discrepar del pensamiento del congresista por Cajamarca, Jorge Rimarachín,
podemos ser incluso opositores a su línea política, sin embargo la posición de
los congresistas de nuestro país debería ser más alturada y reflejar una
cultura medianamente aceptable, un comportamiento sino impecable, al menos
acercarse a ello.
Sin embargo, en
realidad, no se pueden pedir peras al olmo, la cultura de la gran mayoría es
incipiente y en algunos casos adolece de extrema pobreza, pocos de ellos, muy
pocos, realizan publicaciones especializadas, se informan sobre la realidad
peruana o saben por lo menos los nombres de los ministros y de los presidentes
regionales del país. Mientras adefesios como esos nos sigan gobernando, seguiremos
siendo el reflejo de sombrío de un país inculto y hemipléjico.