El asesinato de
Ruth Thalía Sayas Sánchez, concursante del programa televisivo “El valor de la
verdad” ha puesto en evidencia una oscura red de intereses que mueve a los
medios televisivos por el llamado rating y los oscuros métodos que pueden usar
para conseguir sus objetivos.
Pese a la acalorada
defensa de sus compañeros del medio como Mónica Delta, Aldo Mariátegui, Nicolás
Lucar, Peluchín y otros, han hecho para defender al canalla de Beto Ortiz, no
han convencido a nadie.
Puede ser incluso
que no exista penalidad alguna ni contra la empresa televisiva ni contra el
periodista Beto Ortiz, pero la ley moral no perdona y ese tipo de programas
deberían ser vedados. Tan asqueroso es como cualquiera de los que hacía Laura
Bozzo, escarbar en la vida de las personas aún con su voluntad a cambio de
dinero es violarlas, vejarlas para satisfacer el morbo colectivo.
Nadie puede negar
el talento periodístico que tiene Beto Ortiz, pero nadie tampoco puede negar el
alma oscura que lleva, aquella que lo hizo someter sexualmente a niños de la
calle a cambio de un cuarto de pollo a la brasa, no contento con ello publicó
un libro al que tituló “Maldita ternura” en donde narra todas sus hazañas
cometidas con niños abandonados a quien además los drogaba. Beto Ortiz sigue
vejando a las personas ahora desde un set de televisión a cambio de unas
monedas que pagan los auspiciadores, de aquellos que promueven ese tipo de
televisión basura.
Mientras que en
nuestro país el hecho ha quedado como un caso más de feminicidio las
legislaciones de otros países más sensatas y probablemente mejor aplicadas han
hecho que acciones como esta, o al menos parecidas tengan drásticos finales,
asi por ejemplo sucedió en Estados Unidos. El 6 de marzo de 1995, El show de
“Jenny Jones”, una conocida presentadora de la TV estadounidense, presentó un
capítulo más que polémico: “Same-Sex Secret Crushes” (“Flechazos entre personas
del mismo sexo”).
A dicha emisión
acudió el joven ingeniero mecánico automotriz Jonathan Schmitz, quien creyó que
conocería a una bella chica que dijo ser su “admiradora secreta”. Sin embargo,
esa chica resultó ser un chico llamado Scott Amedure.
En el programa
emitido, Schmitz tomó con buen humor lo ocurrido; sin embargo, tres días
después fue a casa del admirador y lo mató de tres tiros en el pecho.
En el juicio fue
declarado culpable de asesinato. Sin embargo, Schmitz aseguró que lo hizo para
remendar la humillación que sintió durante el programa.
Pero el jurado
decidió que los creadores del programa y la empresa que lo produjo, Warner
Bros., eran responsables parciales de la muerte de Amedure, por lo que fueron
condenados a pagar US$4 mil millones. El show de Jenny Jones fue cancelado en
el año 2002.
Sin embargo en
nuestro país estamos a años luz de que sanciones así se apliquen, porque en el
nuestro prima la indolencia, las leyes son para evadirlas y la indiferencia es
la más grande de nuestras desgracias. Las mentiras valen mucho más que las
verdades, el valor de cualquier mentira es superior y en mentir, los peruanos,
somos invencibles.