La televisión peruana hace mucho que tuvo
un contrasuelazo fatal que acabó convirtiéndola en un deprimente espectáculo
lleno de antivalores. No solo Laura Bozzo y los cómicos ambulantes que
sembraron Fujimori y Montecinos en la televisión se encargaron de llenarla de
basura, otros personajes se han esmerado y lo han conseguido con creces. Todos
los formatos son burdas copias de Norteamérica o Europa.
Hoy la televisión está llena de personas
que hacen gala de una ignorancia bárbara y de una estupidez soberbia. Palabras
de doble sentido, comediantes que recurren al travestismo para hacer reír.
Hombres vestidos de mujer y mujeres vestidas de hombre. Vidas secretas con
payasos ridículos y con cantantes con una marcada afición a la pederastia.
Si ya las novelas mexicanas con las que
se atosigaba la televisión peruana en los ochentas era sucia – Las
historias de Corín Tellado y de Delia Fiallo, representadas por la chica pobre
que se casa con el patrón rico acabaron forjando una generación hueca-
la televisión actual es asquerosa.
Se hurga en la vida de todos, porque
seamos honestos, el chisme es rico, nos encanta saber los secretos de los
demás, sus miedos y vergüenzas, sus infidelidades y las aficiones más íntimas
para escandalizarnos con la paja del ojo ajeno. Y surgen programas exitosísimos
que convierten a la gente en un zombi vergonzoso, vejado ante millones de
televidentes -Mientras que programas como “La
función de la Palabra”, no tiene ni medio punto de rating-.
Ruth Thalía Sánchez, fue una joven mujer
que se presentó en el programa “El valor de la verdad”, programa en el cual, a
cambio de unos soles los concursantes develan sus más íntimos secretos,
desnudan sus vidas ante todo el mundo, delante las supuestas caras de
admiración de sus familiares. Como el morbo es grande, vende mucho y el
programa es exitoso si a rating nos referimos – como lo era el de Laura Bozzo
cuando los amantes se confesaban y aparecía el esposo celoso dispuesto a
romperle la cara a la mujer infiel y al amante furtivo-.
Ruth Sánchez desapareció el 11 de
setiembre, en ese entonces el conductor de ese nuevo formato de TV basura, Beto
Ortiz había escrito: “Ha desaparecido Ruth Thalía Sayas Sánchez,
la primera concursante de El Valor de la Verdad. También han desaparecido otras
seis personas menos famosas cuyas fotos aparecen en mi recibo de Luz del Sur”.
La joven de 18 años fue encontrada muerta
este sábado, dentro de un hoyo de 4 metros en la comunidad campesina Viñas de
Media Luna, en Jicamarca. El asesino confeso, es Bryan Romero Leiva,
exenamorado de Ruth. La violó antes de matarla. Ruth Sánchez había confesado en
el mencionado programa que había tenido relaciones sexuales por dinero y que
hasta había ejercido el meretricio.
De inmediato, luego de la confesión del
asesino, la ministra de la Mujer, Ana
Jara, ha salido a condenar el hecho, lo que está magnífico, pero habría que
analizar el problema de fondo que es la basura televisiva que se da a los
peruanos en horarios familiares, en que se está sembrando los medios
televisivos con antivalores y que una vez más, estamos reciclando la basura del
primer mundo para convertirla en las primicias de nuestra patria.
Mientras los medios no se autorregulen
las generaciones posteriores seguirán cometiendo los mismos errores de la
actual y nuestra sociedad peruana seguirá llenándose de esa basura que es de
verdad y que no tiene ningún valor como tampoco lo tienen quienes promueven
esos deprimentes y vergonzoso espectáculos, que no enseñan ni educan y que solo
denigran al ser humano.