El cambio de
ministros oxigena al gobierno de Ollanta Humala, que aunque quiera aparentarlo,
no se ajusta a los moldes de la derecha, se siente como el escolar que llega al
colegio con un uniforme pequeño, observado, incómodo y poco feliz sin una
holgura que le hace mucha falta para tomar decisiones atinadas con el país.
Ollanta Humala no
ha vuelto más por Cajamarca y difícilmente lo hará por un buen tiempo, al menos
no mientras las turbulentas aguas se calmen. Sin embargo, la oxigenación que le
ha dado al Gabinete es muy positiva porque el “militarizar” los puestos claves
no le iba dar mejores resultados mucho
menos en un momento en que su popularidad va decayendo rápidamente.
Ollanta ha
demostrado no ser un presidente parco, sus discursos, aunque llenos de errores
de dicción y de jergas y episodios inesperados, buscan afianzar su popularidad
con el común de la gente; si bien no es un Alan García en su discurso, tampoco
es una Alejandro Toledo y hay que destacar el rol protagónico – aunque nunca la eligiéramos como nada –
de su esposa, quien ha demostrado que tiene grandes dotes intelectuales y una
intuición muy fina.
La derechización de
Ollanta ha sido sin duda su punto más cuestionable, por eso el punto de quiebre
que haga en su discurso de Fiestas Patrias será, o el espaldarazo del pueblo
peruano o la ebullición de la gran mayoría del mismo, que al final fue quien lo
eligió y lo llevó al poder, aún con sus disonancias ideológicas.
Probablemente la
salida de Oscar Valdés eleve en algo la popularidad de Ollanta, la caída de los
últimos días se debió a las acciones nada dialogantes y demasiado verticales
que Valdés optó como legítimas y lo que conllevó a un promedio de 17 muertos
por culpa de su intransigencia. Así se va Valdés, el soberbio, Valdés el
terrible el aprendiz de dictador.
Después de esto se
viene el 28 de julio y se seguirá hablando sobre la dolosa sentencia del Poder
Judicial quien tuvo la osadía de contradecir a la Corte Interamericana de
Derechos Humanos. Una cosa es que Ollanta se derechice y otra muy distinta que
se abran las rejas para la mafia y los asesinos de la Cantuta, el Santa,
Barrios Altos… El presidente tiene aún una agenda muy complicada para los
próximos días con la serie de sucesos que se dan en el Perú.
Por ahora el cambio
de Gabinete es una medida que los peruanos esperábamos con ansias, si bien los
cambios hechos por Ollanta antes de su primer año pueden parecer prematuros,
hay que considerar que ese viraje virulento que dio al asumir el poder fue tan
rápido que aún hoy es difícil tener una estabilidad con un grupo de políticos a
los que recién está conociendo y con los que el tema de confianza aun le
cuesta.
Los ministros
salientes no dieron la talla, cada uno en mayor o en menor medida, esperemos
que los nuevos generen el cambio – no el
de la gran transformación, porque en ella ya no cree ni Ollanta – que es
tan necesario para afianzar la economía en términos tangibles y palpables, en
percepciones reales y que la disminución de la pobreza deje de ser meras cifras
estadísticas que se muestran en los cuadros mientras en las calles los niños
siguen muriendo de hambre o los ancianos y los discapacitados siguen siendo los
más excluidos en un gobierno cuyo lema es la inclusión. Esperemos que esos
vientos de cambios empiecen a soplar desde ahora.