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martes, julio 17, 2012

Dime de qué presumes para decirte de qué careces



La modelo Melissa Paredes, recientemente nombrada Miss Perú Mundo 2012, renunció a la corona tras las fuertes críticas por unas fotos donde luce un traje de “conejita”.

En conferencia de prensa la  exreina entregó su cetro a Elba Fahsbender Merino, Miss Piura. Horas antes había afirmado que no necesitaba la corona para ser alguien y que prefería dejar el cetro a continuar siendo blanco de rumores.

“No hay que tener una corona para ser alguien. Mi familia me preguntó por qué renunciaba a mi sueño y yo les dije que lo hago para sentirme más tranquila conmigo misma. Estoy orgullosa de mí misma. He sido Miss Ventanilla, luego Miss Callao y gané la corona de Miss Perú Mundo con justicia”, expresó la fugaz Miss Perú.

Y  es verdad que hubo un cargamontón venido de todas partes y de todos los sectores. Las antiguas mises salieron a la palestra a hacer escarnio de la joven por el solo hecho de haberse tomado unas fotos años antes; las fotos ni siquiera eran ofensivas, para nada; más bien eran artísticas, trabajadas… pero más pudo la cucufatería y la mojigatería. El rancio puritanismo que solo nos muestra como una sociedad llena de mentirosos.

Se trataba de un concurso de belleza, no de virtudes. Se buscaba la mujer más bella del país, no a una monja. Sin embargo nuestros falsos valores hicieron el escudo más excelso para hacer creer que somos una sociedad impecable y se juzgó a Melissa Paredes implacablemente y se le hizo creer que había cometido algo más que un pecado terrible, que era una mujer indigna.

Si con la misma vara se juzgara a los congresistas, nos quedaríamos sin Congreso, sin sacerdotes, sin alcaldes ni regidores, sin fuerzas policiales, sin ministros, sin autoridades municipales y regionales, la sociedad entera como tal colapsaría. Somos una sociedad de mentecatos.

Si bien es cierto la belleza de los seres humanos engloba todos los aspectos, también lo es que un concurso de belleza solo busca destacar atributos en la mujer y exponerla como un icono solo en plano físico, eso de que debe ser casi una santa para poseer un título tan superfluo como la mujer más bonita de un país es irreverente y absurdo.

Un día, Kafka estaba paseando por Praga con un amigo y le decía: La juventud es feliz porque posee la capacidad de ver la belleza. Es al perder esta capacidad cuando comienza el penoso envejecimiento, la decadencia, la infelicidad. Entonces su amigo le preguntó: Entonces, ¿la vejez excluye toda posibilidad de felicidad? Y Kafka respondió: No. La felicidad excluye a la vejez. Quien conserva la capacidad de ver la belleza no envejece. A veces hay que ver la belleza más allá de una simple figura.

Por ahora el Perú ha perdido una reina que surgió de la clase pobre, una mujer a quien no le importó devolver la corona y alejarse de todo ese barullo, ese gesto la hizo más bonita todavía. Y Melissa entregó el cetro y la corona a una persona con un apellido más acorde para los organizadores de ese certamen, con un apellido difícil y con musicalidad holliwodense.

A la sociedad peruana todavía no le gustan las reinas salidas de abajo, prefiere a aquellas de apellidos extraños, de linajes foráneos y de personalidades tan fútiles como la de una muñeca inflable.

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