La muerte en
Celendín de José Faustino Silva Sánchez, Eleuterio García Díaz, Antonio
Joselito Sánchez Huamán y César Medina Aguilar ha entristecido al pueblo
celendino y a la región entera. La apacible ciudad del Cielo Azul del Edén una
vez más llora a sus hijos caídos. A ello se ha sumado la muerte en Bambamarca
de Joselito Vásquez Jambo por las balas fratricidas de las fuerzas militares y policiales.
Pese a que el Ministro
del interior, Wilmer Calle, ha dicho hasta la saciedad que la “Policía Nacional
utilizó armas no letales en Celendín” las evidencias en los cadáveres de
quienes fueron víctimas inocentes en una lucha desigual, dicen otra cosa; los
civiles heridos tienen impactos de balas. Los Cajamarquinos no queremos que se
repita esto en Cajamarca.
El ministro reiteró
que los efectivos en Cajamarca repelieron con gases lacrimógenos y cartuchos de
goma a radicales, mientras que estos los atacaron con armas de fuego. Nuevamente
mintió. Las armas que usaron los celendinos para defenderse fueron cohetes de
fiesta, -esos que se usan en las fiestas patronales y que los fabrican los
pirotécnicos-. Es preciso aclarar ese hecho desigual porque la verdad
debe imponerse hoy que los hermanos de Celendín visten de luto.
César Medina
Aguilar era un alumno ejemplar de la Institución Educativa Pedro Paula Augusto
Gil, en donde fue alcalde del Municipio Escolar, a sus 17 años era una promesa
para su familia y para su tierra, su vida hoy inconclusa será una interrogante
perpetua. Era el primer puesto de su colegio. Hoy está muerto.
Los que junto a él
murieron eran gente humilde y buena. Los heridos también lo son. No era
necesario llegar a esto. Hubo un grupo de trabajadores de Construcción Civil
que inició la revuelta, trabajadores que no son de Celendín, que son foráneos. ¿A
qué juega el gobierno y los líderes ambientales? ¿Donde están los convocantes
al paro y a ofrendar la vida por una causa que no quisieron someterla al diálogo?
¿Por qué no ofrendan su vida por su causa antes que lo hagan gente inocente?
Hoy Cajamarca vive
un estado de emergencia en donde si bien se respira paz también se respiran
gases lacrimógenos y se repiten las imágenes de noviembre y diciembre del año pasado.
Todos estamos de
acuerdo en la defensa del agua, todos la necesitamos pero necesitamos de la
vida para poder tomarla. Las intransigencias a las que un grupo de líderes han
sometido a una región no tienen validez. Es necesario que la misma Iglesia Católica
deje sus tiranías de lado y se convoque al diálogo a través de un mediador. El
Padre Gastón garatea se ofreció, es un hombre de fe.
Que ninguna madre
derrame una lágrima más, que las detenciones abusivas e injustas cesen, que no
corra una gota más de sangre, que las palomas de las plazas no se asusten más por
el ruido de las balas, sino por el ruido de la lluvia, por el viento del otoño,
por el oscuro de la noche y el prolongar de los días que serán la señal de que
hemos resuelto nuestras diferencias y que seguimos vivos en un mundo al que
podemos enseñarle que hemos vencido nuestros miedo más terrible para sembrar
nuestro amor más profundo y seguir caminando.