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lunes, enero 16, 2012

Recordar para no olvidar



·       Un país que olvida su historia está condenado a repetirla.

Cuando Abimael Guzmán decidió desatar su alocada y siniestra guerra el 17 de mayo de 1980 nadie podía imaginar los años de terror que al Perú le tocaría vivir, años marcados por una estela de sangre y de dolor que tuvo en la década del 80 su más duro golpe y que aún en los años 90 continuó desangrando a un país con el terror en la mirada de cada habitante.

La guerra interna fue aprovechada para cometer matanzas indescriptibles, abominables historias en torno a una alucinada Cuarta Espada que buscaba sembrar una política irascible con el costo de muchos hombres, mujeres y niños que eran evaluados como un simple costo de guerra.

La matanza de Lucanamarca marcó uno de los hitos más repudiables que se han impreso en la historia del Perú de los últimos años, pero eso no fue todo, en la guerra sucia en la que un enemigo fantasmal golpeaba sin ser visto las fuerzas militares llegaron a un estado de paranoia colectiva y se cometieron muchos crímenes, en el centro de esa guerra fratricida quedaron los más pobres del Perú, muertos por ambos flancos.

El Teniente general (r) PNP Vidal, en una entrevista a la  Comisión de la Verdad y Reconciliación el  30.09.02 dijo:

“Yo recuerdo [que fue] en los años ochenta cuando precisamente se inició en Chuschi, [...] la acción terrorista de Sendero Luminoso [...] Esa acción de Chuschi [y] más lo que vino después -el atentado en la Municipalidad de San Martín de Porres, la tumba de Velasco, la aparición  de  cuatro  perros colgados en La Colmena- fueron los primeros datos que recogimos. Y lo cierto es que, en ese momento,  no se  le dio —pienso—  la importancia debida [...] Luego ya percibimos informaciones de Ayacucho de algunas incursiones donde el problema iba tomando una dimensión mayor. Entonces, [...] era una incógnita: ¿quién estaba detrás de estos  atentados? Había  varias hipótesis. Pensábamos, pensaba que los montoneros  argentinos,  en coordinación con elementos radicales de la izquierda, estarían realizando estas acciones. Era pues la época en la Argentina del terrorismo ¿no? Un poco por allí iba[n] apuntando hipótesis. Se pensaba también que podría[n] estar detrás de estas acciones algunos elementos recalcitrantes del  velasquismo. Se pensaba que era  algún movimiento, algún grupo político de la izquierda radical. El espectro de izquierda estaba fracturado, pro soviet, pro chino. Bueno, eran hipótesis de trabajo y no,  no,  todavía  no pudimos identificar quiénes eran verdaderamente los autores. Estábamos detrás de  esto.

El Movimiento por Amnistía y Derechos Fundamentales (MOVADEF) hoy pretende mimetizarse entre un grupo político más y hablan de derechos y libertades que nunca respetaron. Habría que preguntarles a los miles de muertos, miles de desterrados y huérfanos, de mujeres violadas.

Es preciso que las generaciones nuevas recuerden y no se pierda el registro del terror, que los jóvenes no caigan en esa celada vil de quienes buscan hacer creer que si no se pudo por la fuerza debe hacerse por la democracia. Quienes se escupieron en los derechos no merecen una oportunidad, quienes asesinaron la infancia de miles de peruanos no merecen un ápice de miramiento.

Es preciso enseñar en las escuelas y colegios el terror que vivió el Perú, cuando se mataba sin remordimiento con una bomba o en un cuartel, cuando el terror se sembraba cada mañana y nunca dormía, cuando los apagones no solo eran de luz, sino también de vida. Es preciso recordar para no olvidar, para no repetir y para no retroceder.

Balcon Interior

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