Hoy se conmemora el
Día de la Bandera, eso nos enseñaron desde que éramos pequeños en la escuela.
Entonces era hermoso oír las historias de heroísmo y de valor junto al cuadro
memorable de Francisco Bolognesi disparando su revólver hasta quemar el último
cartucho.
El tiempo pasa y
descubrimos que el Perú no solo tiene una bandera, que la vida está llena de
banderas y de intereses y que al final cada uno agita la suya, cada uno hace la
propia y le pone los colores que se le antoja bajo cualquier premisa o e
ideología.
Empezamos con una
bandera en la escuela, esa que es roja y blanca que se nos enseña que es un
emblema y un símbolo de la patria, “el rojo de la sangre y el blanco de la
paz”, canciones e himnos que nos llenan de patriotismo mientras uno es un
escolar.
Se nos habla de la
historia, de la primera que hubo que luego se cambió y de una más que también
fue cambiada y surge entonces el sueño del general San Martín y su despertar
bajo la palmera para ver las parihuanas volando.
Cuando el tiempo
transcurre tenemos una bandera de nuestro colegio, una que nos identifica, otra
de nuestro equipo de futbol, de nuestra ciudad, de la región… de todo aquello
que simboliza nuestra realización como personas que tienen un origen y un destino.
La vida está llena
de banderas y de intereses, cada día surge una nueva, cada partido tiene una
propia y en ella sintetiza sus ideas y principios, sus intereses y sus
frustraciones, rojas, azules, amarillas y blancas; las hay de todos los colores
y de todos los tintes y cada quien la agita como quiere y cuando quiere.
Con el tiempo nos
damos cuenta que al final la primera bandera que aprendimos es la que menos
significa, la que menos interesa a todos y que cada día surge una nueva que se
agita en los mástiles más disímiles, sagrados o consagrados o en simples astas
de burdo palo o carrizo.
Unas flamean
arriadas en mástiles de plazas públicas y son saludadas por generales y
tumultos que la admiran como pasará ahora en muchas ceremonias y se recordará
las luchas épicas que siempre hemos perdido los peruanos, los que perdimos
todas las guerras desde la primera con Pizarro hasta la última con nosotros
mismos.
Otras flamean
pobremente, almidonadas o de papel bajo una lucha cualquiera que la convoque
cualquier hombre. Al final todos somos libres – seámoslo siempre y ante niegue
sus luces el sol… - Al final todos somos libres de agitar cualquier
bandera bajo cualquier pretexto, con o sin razón.
Alguien descubrió
una vez que era preciso lavar la bandera como un símbolo de desobediencia y de protesta muy
fuerte, una invitación a cuestionar la política reinante y las banderas
entonces se lavaron en las plazas y después se las puso a secar en lo alto de
un mástil cualquiera, como cualquier bandera que se agita bajo una razón
cualquiera en una ciudad cualquiera.