Alan García, presidente del Perú, siempre estará en el ojo de la tormenta, eso él lo sabe desde que decidió ingresar a la política, eso también lo saben los políticos del mundo, quienes al asumir esa decisión se convirtieron en personas públicas y cada determinación que tomen siempre será juzgada, cuestionada, criticada o aplaudida, y siempre además, se le buscará los cinco pies al gato o las sin razón.
Hace unos meses los peruanos fuimos sorprendidos por un “indulto humanitario” a un pez gordo de la mafia fujimontecinista, nada menos que José Enrique Crousillat, quien recibió millones de soles a cambio de vender la línea editorial de su canal al régimen, fue liberado con el pretexto de una grave y terminal enfermedad.
Pese a las críticas, el indultó se dio y obró un milagro en la salud del empresario, pues salió caminando de la clínica en donde se encontraba muriendo y en unos días se lo vio veraneando en una playa limeña.
Fujimori no podía quedar al margen de tanta benevolencia y pese a que ya años antes había celebrado en esa prisión dorada su cumpleaños nada menos que con el grupo musical “Los Iracundos” se apuntó para un nuevo permiso, esta vez se trataba de la boda de su hija menor dentro de la Capilla donde cumple condena. Y así se hizo, más allá de las lágrimas – no tantas como las que derramaron las madres de los desparecidos en Barrios Altos y La Cantuta- la boda se realizó con pompa y gracia, aunque sin el rock de la cárcel.
El domingo, el presidente Alan García se mostró de acuerdo en que Antauro Humala, hermano del líder opositor Ollanta Humala, deje por unas horas la cárcel para asistir al funeral de su hijo.
"Este es un caso más claro de humanidad. Recuerdo cuando en 1994 mi padre agonizaba y murió; lo primero que quise fue venir... no fue posible", dijo García después de que le preguntaran si accedería al pedido de Antauro Humala para asistir al funeral de su hijo, un adolescente de 16 años que vivía en Estados Unidos, pero que falleció ahogado el viernes en una playa de Lima.
Antauro Humala, el hermano del líder humalista Ollanta, es un ex mayor del ejército, que fue condenado a 25 años de prisión en el 2009 por la muerte de cuatro policías, después de que en el 2005 tomó violentamente una comisaría en Andahuaylas junto a un centenar de elementos que habían sido dados de baja del ejército.
Es preciso reconocer que Alan García, más allá de los cuestionamientos diarios a los que es sometido y que a la turbidez del indulto a José Enrique Crousillat, esta vez ha dado una lección a sus detractores – me incluyo- con este gesto benévolo a sus más mordaces y agudos opositores y también le dio una lección de oro a Alberto Fujimori, quien no solo lo persiguió por las azoteas, sino que le negó el permiso para asistir al funeral de su padre, un acto reprochable de por vida y que él a devuelto con benevolencia, con un permiso para un acto banal y superfluo como es entregar a la novia-hija en el altar en una capilla católica, considerando que él es evangelista.
García tampoco ha descartado el permiso para casarse a Abimael Guzmán dentro del penal agregando: “Si está dentro de las normas legales, el hecho de ser el más abyecto criminal, como es este, no le quita su condición de ser humano”.
Y es que quizás Alan García ha empezado a ablandarse por una cuestión de edad, quizás se está poniendo viejo o tal vez ahora, mejor que nuca, sabe que la vida es un boomerang y que todo cuanto hacemos nos es devuelto en este mundo, (aunque no siempre, como le ha pasado a Fujimori). Nuestra buenas o malas acciones, nuestra suerte incierta de un mañana diferente… el mañana que siempre llega y que uno nunca sabe cómo ni de la mano de quién.