A la memoria de Don Manuel Alfonso Ruiz Cubas.
Ayer por la tarde al revisar el bloque de policiales encontré tu nombre en una de las noticias, decía que había muerto un hombre y en la noticia aparecía tu nombre. Dormido en la sala espera de una agencia de viajes. Ibas a realizar un viaje a algún lugar y finalmente realizaste tu último viaje, aquel que ya no tiene retorno y que causa tristeza entre quienes te quisimos, quienes gustábamos de escucharte criticando al mundo que nos rodea. Protegiendo al agua, defendiendo la vida, caminando por todos los caminos con tu puño en alto para ser escuchado.
No sé porque ayer la noticia de tu muerte me ha dolido tanto; la última vez que conversamos en el balcón del diario, hace solo unos días, me había quedado mirando tus ojos, tu rostro surcado por el cansancio de los días. Tenías que irte justo ahora que la pena se ha venido a vivir conmigo de nuevo, hoy que se ha instalado la tristeza recurrente en cada paso cotidiano de mis días.
Ya no voy a poder darte las fotos de las lagunas de Conga, ni podré comprarte el tiburón de madera con el que caminabas feliz por las calles. Tampoco me podrás mostrar las fotos del Hualgayoc antiguo, aquellas de tu tío el sacerdote en el pueblo antes del incendio. Voy a extrañarte amigo. Eras el único resquicio de alegría en mis días silenciosos. Me gustaba hablar contigo largamente en el balcón que hoy se queda más vacío.
Tengo algunas cartas que me dejaste, alcancé a devolverte el libro de Vargas Llosa, me gustaba compartir los libros y revistas contigo y siempre acaba pensando largamente en las cosas que me decías. Ya no vas poder leer el diario cada mañana a las cinco, hoy saliste en él y eres parte de una noticia. Tu segundo viaje a Venezuela ya no va a realizarse nunca más. Estoy muy triste por tu partida porque eras mi amigo y yo te quería.
Te habías hecho amante de la soledad, y tus manos daban forma a toda clase de maderas, tengo los juguetes que me dejaste. Ya no podré entregarle ese barco que tenías a medio hacer a mi hija Azul, la vida ya no te dio tiempo para que acabes esa tu obra maestra.
Yo no creo en la otra vida, eso significa que no vamos a vernos nunca más, que no vamos a volver a conversar en el balcón vacío de esta tarde; pero cada vez que te recuerde será como volver a estar contigo riéndonos de todas las cosas simples como lo hacíamos, volver a indignarnos por las injusticias. Tú al menos creías en Dios y eso debe ser un alivio. Cajamarca te va extrañar amigo. No quería ponerme a llorar, sin embargo el alma es un lugar que nadie puede gobernar y mientras cae la lluvia me acuerdo de ti y lloro.
Eras mi amigo quijotesco, admiraba cada una de tus palabras, tus estudios universitarios en la universidad de San Marcos y todas las historias que de tus manos brotaban para transformar la madera en juguetes y artefactos. Me da mucha pena pensar que no he de volver a verte, al menos en la vida material; no voy a volver a encontrarte por la calle nunca más, te has ido y yo me he quedado más solo, menos feliz, mientras la lluvia de la tarde sigue cayendo y mis ojos se nublan pensando en ti. Descansa en paz Manuelito, se acabaron los dolores, los fríos, los caminos...