Hoy Panorama Cajamarquino cumple 17 años, tiempo en el que le ha servido para madurar y ver con más claridad sus objetivos. Buscar nuevas rutas y llegar a tiempo a las 13 provincias; nada ha sido fácil, nada es fácil y tampoco perfecto.
Esta sala de redacción sigue siendo la misma desde hace algunos años, impregnada de historias y recuerdos. A ella se llega por unas escaleras de madera que siempre lo anuncian a uno aunque no lo quiera, esta sala guarda recuerdos de afectos y desamores, de amores y de historias.
A menudo está inundada por el bullicio de noticias que llegan y salen, de gritos y llamadas, de pasos que retumban en esta casona con rasgos coloniales que además tiene un balcón que da un patio, es decir, un balcón interior al que a menudo es bueno salir cuando a veces las ganas de vivir se esconden o simplemente se marchan.
Esta sala de redacción está cargada de la energía de gente que la habitó y que ya no está, muchos partieron dejando una estela de líneas escritas, de diarios llenos con su ausencia. Por eso a veces cuando llega la noche y la soledad de la sala de redacción se va haciendo más enorme a cada instante y se queda casi vacía, los teclados suenan solos, como si alguien los digitara y se percibe claramente el sonido, una veces lento y otras continuo de sus teclas; cuando llega esa hora es mejor marcharse, los fantasmas no son buenos compañeros.
Lo bueno de un periódico es que registra la vida de los pueblos a diario, los periódicos son como el diario de un hombre que escribe su vida, en sus hojas se plasma la historia de la gente que lo habitó, sus problemas, sus alegrías, sus momentos gloriosos e infaustos. Una sala de redacción siempre es un poema, una verdad que se renueva a cada instante y que permanece impresa en el tiempo.
Llegar a esta sala siempre es grato, siempre los libros inmóviles aguardando, las notas de prensa de todas partes, los lamentos o el llanto de quien busca una esperanza en la justicia negada o la suerte de entrevistar a un gran hombre o a una gran mujer y descubrir que es gente buena como el agua.
La imprenta mientras tanto, en un ambiente cerca al patio, grita, se devora el papel y las placas imprimen sus huellas de tinta contando historias que el mundo leerá el día siguiente, la alegría o la tristeza del día siguiente, la tragedia inesperada del nuevo día que ya se asoma casi condenado. Tatuando muchas veces la tristeza en el alma de la gente.
A esa hora en medio de la noche y cubiertos ya casi con el alba los compaginadores juntan presurosos los pliegos a una velocidad de máquinas, mientras los paquetes de periódicos salen a provincias llevando las nuevas noticias no siempre buenas ni esperadas.
Cuando el sol ha empezado a sonreír los canillitas bostezan mientras reciben el periódico gracias a los repartidores, los vendedores entumecidos por el frío matinal revisan los titulares mientras los cuelgan con ganchitos de madera… en otras partes, en las viviendas y residencias, hombres en pijama o mujeres en bata recogen el diario de sus jardines o de por debajo de las puertas para enterarse de las noticias muchas veces con tristeza.
La sala de redacción es siempre un poema, hoy me doy cuenta en este instante que escribo pensando en todo el tiempo que he pasado entre estas paredes, en la gente a la que conocí y a la que perdí, los amigos que gané y los que partieron; si no fuera por esta sala de redacción no hubiera recibido tantos insultos y tantos abrazos, no hubiera conocido a la mujer que amo ni tendría una hija que se llama Azul, si no fuera por esta sala no hubiera sido amado y odiado, no habría perdido tantos amigos ni habría ganado tantos otros… si no fuera por esta sala, simplemente no habría vivido este poema maravilloso que es la vida.