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jueves, octubre 20, 2011

Los niños de junto al cielo


Cuando en 1954 Enrique Coingrains Martín publicó su libro Lima Hora Cero, Lima era una ciudad en fuerte crecimiento que empezaba a desdibujar sus valores y a convertirse en una ciudad grande y horrible, llena de problemas y males sociales de aquellos que padecen las grandes urbes.

En el cuento  de Enrique Coingrains un día el niño Esteban llega al cerro Agustino de Lima, procedente de Tarma. Al día siguiente baja del cerro, para conocer la ciudad de Lima, y se encuentra junto a la pista un billete de 10 soles. Esteban lo recoge y lo acaricia suavemente emocionado y lo mete en uno de sus bolsillos.

Esteban sigue su camino y se encuentra con otro niño llamado Pedro de 10 años, sin casa y sin padres. Esteban y Pedro se hacen amigos. Pedro es un chiquillo pícaro y hábil y sabe ganarse la vida en la calle. Esteban le cuenta a Pedro que se ha encontrado un billete de diez soles. La plata despierta en Pedro una gran ambición. Pedro convence a Esteban para emprender un gran "negocio", comprar revistas y venderlas en la Plaza San Martín. Ellos viajan en tranvía para allá y realizan el negocio de las revistas. Cuando casi todas las revistas se habían vendido y la plata estaba en poder del pícaro Pedro, éste, dijo que no ha almorzado y le encarga a Esteban que vaya a comprar un pan o un bizcocho. El niño Esteban muy inocentemente obedeció y se va a comprar y, al regresar, no encuentra ni a Pedro, ni a las revistas. Espera un buen tiempo y no regresa Pedro. Esteban regresa solo a su casa "de junto al cielo". La gran ciudad le había dado su primera gran lección.

Cajamarca ha empezado a desfigurar su rostro hace mucho y con ella su alma, las escenas de las urbes grandes se replican a diario en un escenario dantesco y preocupante. Cada día cada habitante libra sus propias batallas entre combis y autobuses entre carteristas y ladrones, entre mendigos y ruidos excesivos. Detenido en una esquina por un semáforo en rojo parece que el tiempo se alarga y que la espera desespera más que nunca cuando uno tiene prisa.

La ciudad se hizo grande y empezó también a tener sus niños de junto al cielo, aquellos que habitan las partes más altas y que carecen de muchos servicios porque han sido condenados a vivir relegados por la obstinación de las autoridades de dotar de todo solo a las urbanizaciones o al centro de la ciudad o a los condominios donde vive gente con influencias y poder, de aquellos que se puede recibir cualquier favor en el momento menos esperado.

Los pobres son marginados sistemáticamente, excluidos, mal vistos. Mientras Cajamarca se polariza en todos los sentidos, mientras las calles se llenan de niños hambrientos ante la indiferencia de todos nosotros, ante la complicidad de saber que son explotados y no hacer nada. Ellos no tienen agua, muchos ni luz eléctrica, sin embargo desde sus casas de junto al cielo miran cada noche como brilla la luz de los que nacieron con otra suerte, como si la vida misma hubiera confabulado para hacerlos habitantes de esos desolados lares de las alturas de los cerros, de arriba, de junto al cielo.

Balcon Interior

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