Tuvo que transcurrir seis meses para que la familia Castillo Rojo pueda tener de vuelta a su hijo Ciro, aunque no tendrán la dicha de volverlo a ver como lo vieron la última vez algo de reconfortante hay en saber que apareció su cadáver y que podrán sepultar sus restos y tributarle el afecto y el recuerdo en un espacio conveniente.
En toda esta historia hubo muchas cosas oscuras, la lentitud de los anteriores fiscales y la inoperancia dilataron las búsquedas muchas veces, mientras una Rosario Ponce cada vez más maniática que antes armaba historias tan inverosímiles como el alcoholismo del Dr. Ciro, padre del desafortunado joven o la supuesta afición a las drogas de su expareja, maltratos familiares y una serie de argumentos que solo la condenaron al desprecio colectivo.
Las risas de Rosario en cada entrevista dejaban en claro el total desamor hacia su expareja, eran la demostración pura de la falta de interés que tenía en que se encuentre a Ciro al comienzo, como si tuviera la certeza de que estaba muerto y que además yacía en un lugar casi inaccesible, oculto y extraviado en las profundidades abismales de ese cañón fatídico.
Ciro Castillo padre fue el héroe en toda esta historia, un hombre que surgió del anonimato y que no perdió la fe ni un instante; abandonó su trabajo, su familia, su vida misma con tal de encontrar a su hijo vivo o muerto como él mismo tantas veces lo dijo. Un ejemplo de constancia, perseverancia y pulcritud en cada una de sus declaraciones y su actuar, consecuente hasta el máximo con sus palabras y su proceder.
En todo ese tiempo hubo elecciones, hubo una segunda vuelta, Semana Santa, Día del Padre, Día de la Madre, fue el cumpleaños de su hijo Ciro, el país cambió de presidente, su esposa enfermó gravemente, se cambiaron de fiscales en el caso, muchos rescatistas se cansaron y abandonaron sus labores… y él en ningún momento se quebró por la fuerza de su fe.
El doctor Ciro Castillo Rojo Salas ha demostrado que ante la ineficiencia de las autoridades su perseverancia ha podido más, su vehemencia no dejó que el caso de Ciro se apague un instante y permanezca vigente todo el medio año que significó para él buscar a su hijo entre abismos insondables llamando a gritos por las profundidades de un cañón con el que convivió todo ese tiempo, durmiendo en carpas y soportando fríos intensos, rezando a diario y llorando a solas.
Si en el Perú hubiera diez hombres como él la historia sería diferente, la historia hubiera sido otra si otros “Ciros” como él hubiesen buscado a sus hijos desaparecidos en el tiempo del terror sanguinario, toda la maldad se hubiera descubierto a tiempo y miles no hubiesen muerto.
Nada va a devolverle la vida del hijo enamorado que se dejó llevar por los embustes de una mujer que no valía la pena, nada va a devolverle el tiempo gastado en esa búsqueda, pero sí el Perú y los peruanos le tributamos admiración, respeto y nos sentimos orgullosos de que aún en esta patria hayan peruanos como él, con esas fuerzas y agallas sin perder un instante la paciencia ni el respeto, sin quebrar su fe pese a lo difícil que debe haber sido todo este tiempo transcurrido.
Parece que aún ahora y contradiciendo a la obra insignia de Oswaldo Reynoso aun en octubre suceden cosas prodigiosas, en octubre aún hay milagros como este que le dará a la familia entera un reposo interior aunque su alma siga llorando por siempre.