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domingo, octubre 16, 2011

Recordando a los que se fueron del San Cayetano



La probabilidad de hacer mal se encuentra cien veces al día; la de hacer bien una vez al año.

El 13 de octubre del 2008 un bus que transportaba a los jugadores de equipo de futbol de San Cayetano de Celendín se desbarrancó con todos sus pasajeros, en su interior, solo el chofer misteriosamente, se salvó de ese fatídico accidente.

Al comienzo se habló de un asalto y de una caída del bus al desengancharse en medio del atraco, sin embargo tiempo después se descubrió que fue un hecho premeditado y alevoso que enlutó a varias familias celendinas y que puso fin a la exitosa campaña del San Cayetano en el campeonato de la Copa Perú.

Eran las 21:00 horas del lunes cuando el vehículo se encontraba  en el sector de Gelic, a 20 minutos de la ciudad. Regresaban de la ciudad de Tarapoto (San Martín), tras haber jugado con el conjunto de Unión Santa Rosa, cuando sucedió la tragedia.

El bus siniestrado, de placa UL-1281, hizo su último viaje junto a  Miguel Ángel y Jorge Villar Ortiz, propietarios del vehículo. Asimismo, Adolfo Aliaga Apaéstegui, ex alcalde de Celendín; Adelmo Chávez Goicochea, periodista de radio Antena 1 de Celendín; el docente Cristóbal Marín Jiménez y los jugadores Jorge Velásquez Machuca, Robin Medina Vásquez y Lenin Chávez Pereira. A otros pasajeros el accidente les cambió la vida para siempre.

Es preciso recordar a los que se fueron porque fue un hecho provocado, los peritajes de un grupo de elite de policías de la ciudad de Lima así lo demostraron. Hubo huérfanos, viudas, madres desoladas, y un pueblo que los lloró largamente. Muchas cosas se dijeron posteriormente, muchas versiones se tejieron, pero lo único incuestionable y la última certeza fue la muerte de 8 seres humanos inocentes que cayeron al abismo de la muerte aquella noche.

La muerte está tan segura de sí misma, que nos deja toda una vida de ventaja. El miedo lleva a la ira, la ira lleva al sufrimiento, el sufrimiento lleva al odio y éste a la maldad y la locura.

Ninguna condena ni sanción puede cambiar lo sucedió ni puede cambiar la tragedia que significó para la vida de los que quedaron desamparados y solos; una ausencia así es incurable.

El tiempo se encarga siempre de sacar las verdades a luz, como lo hace el mar con los despojos de los naufragios que con el tiempo  arroja a las playas. Cada 13 de octubre para Celendín es un día de evocación de aquello que sucedió y que nunca más debiera pasar.

El tiempo también cura todas las heridas y algún día les dará la paz que necesitan los familiares de todos los ausentes y se encargará también de que quienes cometieron esa infamia den cuentas un día por ese crimen que hizo llorar a todo un pueblo y que cambió para siempre la vida de tanta gente.



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