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miércoles, junio 29, 2011

Hualgayoc y Noé Zúñiga Gálvez



Noé Salvador Zúñiga publicó en la década del 90 su novela “El Socavón Compactado”, novela que describe fielmente la vida de los habitantes de uno de los pueblos mineros más importantes del Perú, Hualgayoc. Desde el descubrimiento de la primera veta argentífera en 1771 surgió en torno al cerro del mismo nombre una vida que giró en torno a él y que se cimentó en viejas costumbres heredadas de España debido a la influencia que ese país tuvo en nuestra historia.

Pablo Rojas es el personaje principal de la novela, un obrero humilde que se enamora de la “Purgatorina”, una bella mujer de una clase social distinta, lo que impide que ese romance se consume, por la marcada influencia de la idea clasista de esa época (primeras década del siglo XX). Finalmente el buen Pablo Rojas sufre un accidente en la mina, en ese socavón siniestro, que a la postre le quita la vida.

La novela de Zúñiga Gálvez está cargada de imágenes y figuras que la enriquecen literariamente y maneja la narrativa con exquisitez, convirtiendo a esta obra en una de las más importantes escritas en el norte del Perú. Nada tiene que envidiar esta novela al Mundo es ancho y ajeno de Ciro Alegría o A Rondo de Miguel Garnett, cuya trascendencia por su estructura y el enmarcado andino ha trascendido en el tiempo y han sentado bases de la novelística en el Perú.

El Socavón Compactado rescata a Hualgayoc del olvido permanente, lo inscribe en la posteridad y será estudiado con vehemencia en el devenir de los tiempos. Hualgayoc tiene pocos antecedentes literarios, su aciaga vida geopolítica hizo que muchas familias migren a otras ciudades. Oscar Imaña Sánchez en la poesía fue acaso el primer estallido literario de un hualgayoquino que lo ubicó junto a César Vallejo en su mejor momento. Hoy William Guillén Padilla destaca con notoriedad en las letras y más allá no hay mayores atisbos saltantes de escritores de este pueblo que alguna vez brilló más que las miles de onzas de oro que se arrancaron de sus entrañas y que fueron a parar hasta la misma corona de España, ya en su vida republicana fue el sostén de Cajamarca, Trujillo y Lima y aún ahora se sigue explotando el dorado metal aunque con técnicas que lamentablemente lo han condenado a desaparecer y mudarse a otra parte como le pasó a tantas familias ilustres del lugar.

De ahí la importancia del Socavón Compactado, será el testimonio irrefutable de que alguna vez en ese espacio y en otro tiempo existió una sociedad bien organizada, clasista y culta. Gracias a la literatura de Noé Zúñiga Gálvez las generaciones nuevas, esas que aún no han llegado, mis hijos, sus hijos y los hijos de ellos sabrán que existió un pueblo con techos de paja, con callejuelas de piedra, con una profunda fe religiosa y una devoción memorable a la Virgen del Carmen. Sabrán también que existió un pueblo previo que se llamó Micuypampa y otro que tuvo el nombre terrible de Purgatorio, que pese a que el pueblo tiene pocas calles existen siete cementerios saturados de restos de hombres que en su mayoría murieron aplastados por las rocas de los socavones, que en esa localidad habían italianos, argentinos, judíos, portugueses y que cada uno tenía una historia diferente.

Don Noé  Zúñiga Gálvez (Noecito) no solo escribió un libro, escribió la partida de nacimiento de un pueblo minero en el que aún existen fantasmas atrapados en las viejas casonas y encerrados en los socavones abandonados, aquellos por donde transitó Miguel de Espinach, Joaquín Bernal, Emilio Montoya,  Eloy o Víctor Santolalla.

Es difícil no emocionarse al ser paisano de un hombre que no solo es un escritor, también es músico, profesor, historiador, poeta, amante apacible de la cultura y un mito viviente que ama a su pueblo como no lo aman los que hoy lo habitan. Larga vida para él y para las historias que refrescan, ilustran y muestran las heridas abiertas de nuestra propia patria.

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