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jueves, enero 31, 2013

Mil maneras de olvidarte



Leer un libro y adentrarme en otro mundo, buscar entre sus hojas las calles que nos conducen a otra vida y meterse por esas ciudades desconocidas que quizás nunca conoceremos o en las que podemos un día acabar muriendo. Leer un libro siempre es una buena opción para el olvido, da lo mismo leerlo en cualquier parte –tú sabes mi lugar favorito, por eso no voy a decirlo- Leer un libro o volver a él es siempre emocionante, los libros son quizás los únicos lugares a los que siempre deberíamos regresar, aunque hayan pasado años, ellos nunca cambian.

Tomar un café frente a la tarde, como los que solíamos tomar con Santiago a quien le he perdido el rastro hace tanto tiempo, tomar un café con él siempre era agradable, siempre un alivio. Tomar un café en silencio para despercudirme de tu nombre y tu recuerdo y empezar a olvidar que alguna vez exististe.

Dormir profunda e inevitablemente cuando la lluvia cae en el tejado y hace un ruido casi imperceptible. Dormir también es una forma de adentrarse en otro mundo y jugar con la muerte. Dormir, pero de forma natural, a lo mucho alcanzar el sueño después de haber bebido una infusión de Valeriana, o mejor aún, haber leído hasta las cuatro de la mañana hasta no recordar los últimos renglones del libro que también se ha dormido en nuestro pecho.

Seguir el vuelo de las moscas, verlas surcar el firmamento de una forma breve como su propia vida, hacer sus danzas y piruetas, posarse en todas partes sin el menor remordimiento y verlas frotar sus patas delanteras con un aire de felicidad. Viven tan poco y siempre acaban burlándose de nosotros, posándose en nuestro rostro inoportunamente, en nuestra comida, en nuestro momento solemne. Encima pueden volar, son libres, hacen lo que ellas quieren y lo más importante… no se enamoran.

Enfundarse en un abrigo y tomarse una bebida salvaje, una bebida que recuerde a una canción de Julio Iglesias o a la más triste melodía de Raúl Di Blasio, pero beber hasta que la bebida se haya cansado de nosotros y no nosotros de ella. Ya los días juveniles se han ido con el último otoño y apenas quedan ganas de ser feliz en uno de los últimos rincones.

Escribir bajo la lluvia las cosas que no se hicieron, o escribirlas en un papel y ponerlas frente a nosotros, para verlas a cada instante y recordar que tenemos pendientes con la vida y que hay que arreglar ciertos asuntos antes de que venga a buscarnos esa dama que llaman muerte y que tanto se parece al sueño.

Esconder tus fotografías aunque no pueda borrarte de mi mente, pero de alguna manera hay que empezar y el hecho de no verte ya es una victoria, una ganancia insospechada, un camino hacia el olvido.

Por eso en estos últimos días he leído, he dormido he seguido el incansable vuelo de las moscas, me interne en algún rincón casi secreto y lleno de olvido enfundado en un abrigo, escribí bajo la lluvia y escondí tus retratos, aunque no me acostumbro, sé que es cuestión de seguir intentando… ya solo me faltan 993 formas de olvidarte, pero tener ya siete es un buen comienzo, una ganancia, un buen camino hacia el silencio inmenso del olvido.

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