La semana pasada se
desató el escándalo, Digna Sánchez de Espinoza, abuela de la congresista
Marisol Espinoza quien vive en un asentamiento humano de Piura, cobraba la
pensión 65.
"Todos mis
hijos son buenos, me ayudan con algunas cositas", comentó la mujer en un noticiero
que la ubicó en su domicilio, ubicado en el asentamiento humano Primavera de la
norteña ciudad.
La ancianita contó
que se casó muy joven y que ha tenido 24 hijos, de las cuales 10 le quedan
vivos y que ahora vive de los bordados de la elaboración de algunos juguetes
que vende.
"Ollanta me paga 150 soles", contó sobre los
bonos de Pensión 65 que cobró durante varios meses y que en total sumaron sin
S/.1,200. Esa fue la noticia que incendió la pradera, de inmediato todos se
rasgaron las vestiduras y Marisol Espinoza piso el palito.
Los requisitos para
acceder a Pensión 65 son claros: Tener 65 años a más. Vivir en situación de
extrema pobreza, de acuerdo a la evaluación realizada por el Sistema de
Focalización de Hogares - SISFOH. No recibir ningún tipo de pensión ni estar
afiliado a Essalud. Contar con DNI vigente. No pertenecer a ningún programa
social, excepto los siguientes programas: Sistema Integral de Salud (SIS), el
Programa de Alfabetización y Programas de Asistencia Alimentaria.
La abuela de la
congresista Marisol Espinoza aparentemente cumple los requisitos que la ley
estipula, vive en extrema pobreza y eso es evidente al ver el video que muestra
la precariedad en la que la anciana vive en un pueblo joven del norte peruano.
El pedido de
desafiliación de la anciana, por parte de la congresista Espinoza resulta absurdo,
ridículo y mezquino como los argumentos de las bancadas que han criticado que
la anciana esté inscrita en ese programa social cuya finalidad es la de ayudar
a los mayores de 65 años que cumplan los requisitos citados y que otorga una
subvención económica de 125 nuevos soles mensuales, los cuales son entregados
cada dos meses a los adultos mayores.
El hecho de que la
abuelita de Marisol Espinoza esté inscrita en el programa social podría
atribuirle a la congresista un cuestionamiento por omisión o por abandono a un
pariente, podría ser un error ético y moral pero no constituye un delito, por
lo tanto el pedido de desafiliación de la pobre anciana resulta repudiable.
Mucho ruido y pocas
nueces, la prensa lanzó una noticia amarillenta y surtió efecto inmediato en
contra de una pobre mujer que a todas luces necesita esa pensión y que contó y
abrió la intimidad de su hogar a un par de periodistas malintencionados y
errados, porque no existía falta alguna.
Todos tenemos
parientes ricos y parientes pobres, no es un delito tenerlos y negarlo resulta
una postura mediocre, ni Marisol Espinoza tiene la culpa de ser la nieta y de
haber llegado al Congreso y a la vicepresidencia de la República; ni doña digna
de ser la abuela de una persona que pese a tener una posición económica sólida
la ha olvidado y hasta se avergüenza de ella.
Finalmente, hasta
hace unos días la señora Digna Sánchez de Espinoza era feliz haciendo sus
bordados y sus tortugas de trapo en su norteña casita, esperando que llegue el
fin de mes y el del siguiente para cobrar 250 míseros soles que nadie se los
iba a dar, hoy se los han quitado… como dice esa vieja canción: Qué culpa tiene
el tomate de estar tranquilo en la mata…