Seguramente que la
cucufatería de la provincia de Celendín pondrá el grito en el cielo, pero no
hay peor ciego que el que no quiere ver. Hace un buen tiempo que la apacible
provincia, siempre reconocida por la bondad de sus pobladores, la grandeza de
sus artistas y la trascendencia de sus escritores y de sus hijos más insignes –
como aquel que dio fama a los sombreros de Celendín, don Augusto G. Gil
Velásquez, filántropo inmensurable e inmenso- o como sus escritores
inagotables o pintores, músicos y dibujantes; ha sido agredida y tomada por un
problema social que ha surgido entre las luces rojas y verdes de ciertos
lugares clandestinos.
No se puede negar que hubo y hay complicidad con
las autoridades, el problema de la prostitución en esa provincia surgió,
lamentablemente, hace unos breves años y se acentuó con la indiferencia y
nuevamente complicidad de municipio, policía y el mismo Estado que hasta la
patentó y la subvencionó en los casi dos últimos años.-¿Porqué no interviene el Ministerio Público?-
No se trata de una conjetura lanzada al azahar,
se trata de un hecho probado y documentado, que no debe repetirse y que debe
condenarse bajo todo punto de vista porque en muchos de los centros de esta
naturaleza existentes en Celendín se albergan a menores de edad quienes venden
sus caricias entre mediasluces y peligros interminables – sin contar las drogas-.
Para nadie es nuevo que existían conatos de
prostíbulos hace tres o cuatro años en esa ciudad, que a la entrada del pueblo
una casa sospechosa alumbraba a los viajeros con un foquito verde que daba qué
pensar… hasta que uno seguía indagando. Para nadie es nuevo que los registros
policiales y otros jefes policiales – esos que sí trabajaban y combatían la
prostitución en esa provincia- más de una vez detuvieron a las regentes
de esos lugares y que después fueron procesadas por proxenetismo. Sin embargo
hoy es una realidad que tenemos que condenar y denunciar, no podemos ser
cómplices de un hecho que ensucia el rostro de la que fue la provincia más
noble de la región y de la que por su trascendencia, fue la más conocida en
otras latitudes.
El Estado militarizó la ciudad de Celendín por
más de un año, en realidad fueron casi dos, cuando la ciudad se vio invadida de
policías y militares que “resguardaban el orden” y fue el mismo Estado quien
bajo un velo de falsa protección a los ciudadanos, luego de instalar a sus
huestes, vio la necesidad imperiosa de crear y subvencionar prostíbulos para
sus tropas. No se trata de un hecho aislado, se trata de una política de
Estado, de una forma de trabajar y de actuar de este y de otros gobiernos, pasa
lo mismo en el Vraem y en otros lugares donde “hay tropas acantonadas”, sin
embargo lo indignante de esta vez es que se produjo en una provincia de Cajamarca,
o sea, el Estado se orinó sobre los cajamarquinos y nos deja una lacra
pestífera de un mal social.
No se trata de culpar a Ollanta o a Goyo. Tenemos
dos opciones: denunciamos esta sucia política que ha captado a menores de edad para
que ejerzan el meretricio en Celendín o nos quedamos callados por temor y por
vergüenza y seguimos hablando del secreto a media voz. ¿Hará algo el Ministerio
Público de esa provincia, o necesita las direcciones de los prostíbulos?