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lunes, agosto 06, 2012

Partió Chavela Vargas



Cuando tenía 17 años, vendió unas gallinas y tomó un avión de dos hélices que la llevó a su querido México. Chavela Vargas, quien murió este domingo a los 93 años en la ciudad mexicana de Cuernavaca, guardó toda su vida un ácido resentimiento hacia su natal Costa Rica.
Haber nacido un día de abril de 1919 en San Joaquín de Flores, un pequeño pueblo de la provincia de Heredia, a 20 km de San José, fue para Isabel Lizano Vargas -su nombre real- un fatal accidente. Siempre fue mexicana: por adopción, formación y corazón.
Hija de un ama de casa, Herminia Lizano, y un jefe policial, Francisco Vargas, tuvo tres hermanos -Alvaro, Rodrigo y Ofelia-, ya fallecidos, y en Costa Rica sólo le quedaban 10 sobrinos. Una familia con la que cortó toda relación hace cerca de cuatro años.
En la sociedad ultraconservadora de un país chico de inicios del siglo XX, donde no podía desarrollar su talento y menos aún expresar su lesbianismo, la indómita Isabel se sintió forzada a partir. "Vivía en un infierno", era "como un bicho raro", solía decir.
"Era independiente, rebelde, quería ser libre. La familia no aceptaba su lesbianismo, le caían a leño (castigaban). Salía a dar serenatas, andaba en pantalones en un tiempo en que sólo los usaban los hombres. En las rigurosas normas de la época se rechazaba su forma de ser", comentó alguna vez su sobrina Yisela Ávila.
En México tuvo un duro comienzo. Acompañada de su guitarra cantaba por las cantinas y calles de la capital, donde fue descubierta por el compositor José Alfredo Jiménez y forjó amistad con figuras relevantes de la cultura mexicana del siglo XX, como los pintores Frida Kahlo y Diego Rivera.
"Siempre se quejó de mucha soledad en este país. Se fue porque la iban a casar con un señor, se escapó y llegó a México con una mano adelante y otra atrás; pero triunfó".
Aunque vivió por siete décadas en México, donde pasó un tiempo perdida en el alcohol, tuvo temporadas en España y en Costa Rica. Aquí tuvo su casa en San Joaquín, las últimas veces con la intención de volver definitivamente a fines de los 90 y a mediados de 2000.
La "Dama del poncho rojo" pareció haberse reconciliado con su país natal en abril de 1994, cuando ofreció un majestuoso concierto en el Teatro Nacional y luego en un auditorio de la Universidad de Costa Rica, en los que cautivó con sus "Marcorina", "Un mundo raro", "La Llorona" y "Paloma Negra".
Son clásicos sus drásticos juicios sobre el país que hirieron a un buen sector de la no poco orgullosa sociedad costarricense: "Qué país Costa Rica. Yo pondría allí a todos los suicidas del mundo. Les pondría allí un departamento. Sería un buen negocio una tienda de ataúdes", dijo al diario español El País en una de sus últimas entrevistas.
"Ella y Costa Rica eran como una pareja disfuncional. Hay aquí quienes la quieren y quienes no; hay incluso aquellos que la insultaban, sobre todo los que no la conocían", dijo Alfredo González.
En los últimos años, Chavela, inmortalizada por Pedro Almodóvar y por Joaquín Sabina en la canción "Por el bulevar de los sueños rotos", se enfrentó agriamente a la escasa familia que le quedaba en Costa Rica.
Son célebres sus cuitas y bohemias con Bryce, Ribeyro, Neruda, Juan Rulfo… Ojalá hubieran muchas Chavelas como ella en este mudno cada vez más frío y más hipócrita. 

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