El paro convocado
para mañana y el miércoles nuevamente llena de incertidumbre a las provincias
que se encuentran en estado de emergencia. La intransigencia de los convocantes
al paro, la ineptitud de los representantes del Estado y “los carboneros” de
ultraderecha una vez más ponen en jaque a la tranquilidad y paz social en las
tres provincias cajamarquinas: Cajamarca, Celendín y Hualgayoc.
El Estado ha
demostrado desde el año pasado que sus únicos argumentos ante un conflicto son
la militarización de las ciudades que protestan y el uso de métodos violentos –métodos
que en otros países no se aplicarían más que en un estado de guerra-,
La torpeza de sus mecanismos para solucionar conflictos solo ha concluido en la
sumatoria de muertos y el incremento vertiginoso de conflictos en todo el país – la
huelga de los médicos de EsSalud es el nuevo engendro del gobierno de Ollanta
Humala -.
Por su parte, la
tozudez de quienes buscan quebrar un estado de emergencia -que fue prefabricado y cuya
factura fue de cinco vidas- no tiene límite, se ha seguido poniendo trabas
al diálogo y jugando al doble discurso. Gregorio Santos no puede jugar al
diálogo con un petardo en la mano, como Ollanta Humala no puede seguir
engañando a los Cajamarquinos apuntándonos con sus rifles mientras pide paz.
Por otro lado están
los que hablan y hablan y no dicen nada y solo entorpecen y hacen retroceder
todo lo avanzado como el fascista cardenal Cipriani para quien los
cajamarquinos somos la edad media personificada; otros como el metiche de Bambarén,
quien parece que a veces habla porque se siente alienado con respecto a Garatea
y Cabrejos y sus comentarios ya lindan con la sandez, harían mejor callándose
que opinando torpemente. No pueden faltar, por cierto, nuestros congresistas,
algunos que aparecen frescos como una lechuga, después de muchos meses,
buscando popularidad; otros hablan desde lejos porque la altura les hace mal,
otros hablan y no saben lo que dicen, otros prefieren no decir nada y es mejor.
En todo esto los
que pierden son los escolares, con los antecedentes anteriores de huelguistas
por un lado, corriendo por todas partes, y policías por todos lados disparando
a mansalva gases lacrimógenos y perdigones, mentadas de madre y macanazos a
diestra y siniestra. Ir al colegio o volver de él será una tarea difícil o al
menos muy lacrimógena.
No sabemos qué
pasará mañana, qué sucederá cuando ese velo de dudas se corra y quizás
nuevamente tengamos que contar y llorar muertos – y no con balas de goma, como
suelen mentir los ministros desde sus
cómodos asientos en ventiladas y tranquilas oficinas en Lima - y quizás
Goyo derrame una lágrima por aquellos que nunca conoció – pero de cualquier modo eso da
puntos a favor y más si es en una misa donde hay cien cámaras- La
estrategia del falso dolor también suele funcionar y Santos lo sabe.
Al final, a los
muertos, a sus nombres y sus historias se los llevará el tiempo, se irán a
incrementar esa sumatoria negra de las estadísticas de Ollanta y su gobierno,
de sus frustraciones con sus métodos en las soluciones de conflictos.
Al final será una
frustración y una tragedia más para todos nosotros saber que murió gente que no
sabía nada de esa guerra desatada sabe Dios por quién – quizás algunos sí lo saben, quizás
sería mejor que quienes convocan se sacrifiquen y no quienes no saben nada del
fondo de este asunto no tan santo-
Ojalá que mañana no
tengamos que empedrar el camino de retorno a la paz y el silencio con los
cráneos de los caídos, ojalá que cuando esto termine no tengamos en la
televisión a un ministro diciendo que llovieron balas por un fenómeno
climatológico desconocido, que solo fueron balitas de goma; o al desmemoriado
de Ollanta Humala inventando algún ardid o al terco de Gregorio Santos inventando
un nuevo lema para justificar las innecesarias tragedias que nadie quiere más,
nunca más, en Cajamarca.