Dos fechas que los peruanos no olvidaremos son el 11 y el 12 de setiembre. El 11 de setiembre del 2201, por aquella mañana en que todos los noticieros transmitían en vivo los atentados perpetrados a las torres gemelas en New York. El clímax del terrorismo, el orgasmo de la maldad y de la respuesta sucia a los americanos por esas políticas ocupacionistas, el Pearl Harbor del siglo XXI, pero el miedo indescriptible en las retinas de los millones de seres humanos que mirábamos con pavor y escepticismo lo que pasaba. No podía estar pasando, sin embargo no era un sueño surrealista, era una verdad, una realidad, la paz del mundo amenazada.
Años antes, un 12 de setiembre de 1992, los peruanos vimos con emoción la que fue considerada como la captura del siglo, por lo menos en el Perú, un tipo avejentado por los el tiempo, la sombra en la que vivió y el odio inenarrable apareció una mañana en una jaula de metal con un traje a rayas, en su pecho el número 1509 (dicen que en homenaje al aniversario de la Ex Policía de Investigaciones del Perú).
Mucha agua debía correr bajo el puente, para darnos cuenta que el héroe aparente de esa pacificación no era el chinito que nos hizo el cuento de la honradez, tecnología y trabajo y que de algún modo nacía una nueva década de terror, de muertes extrajudiciales, de desapariciones forzadas, y la década más corrupta de la historia del Perú, más devastadora y plagada de latrocinios que la misma guerra con Chile que nos dejó en escombros.
Un ejemplar de la revista Caretas de la época, menciona los siguientes hechos como previos a la captura del genocida más grande de la historia contemporánea peruana:
“…1992 es el año del autogolpe del 5 de abril.
La noche del sábado 8 de mayo de ese mismo año se produce la matanza de presos senderistas de Canto Grande: de 560 recluidos en los pabellones 1A y 4B, faltan al final cerca de un ciento.
1992 es también el año en que se confrontan dos métodos y dos estilos de lucha estatal contra el terrorismo sanguinario de Sendero Luminoso y el no menos cruel del Movimiento Revolucionario Túpac Amaru (MRTA).
En 1992, dos hechos sintetizan esa disparidad. El 16 de julio de 1992, dos meses antes de la captura de Guzmán, Sendero Luminoso coloca media tonelada de explosivos en el jirón Tarata, Miraflores.
Consecuencias: 29 muertos, 100 heridos, cientos de casas y tiendas destrozadas o resquebrajadas.
Dos días después, el 18 de julio de 1992, el grupo paramilitar Colina, obedeciendo una orden superior que algún día será revelada, incursiona en la Universidad Nacional de Educación "Enrique Guzmán y Valle" (La Cantuta), secuestra a nueve estudiantes y un profesor a los que luego asesina, descuartiza, quema y oculta…”.
El 11 y 12 de setiembre, aunque en tiempos diferentes, siempre serán recordados por cada peruano. El 12 de setiembre del 92 por el regocijo que todos, o al menos la mayoría de peruanos, sentimos al ver a Abimael Guzmán tras las rejas (en ese momento nunca imaginamos que tiempo después pasearía en lancha con Vladimiro ni que tendría una boda feliz en prisión) más de 25 mil muertos era el saldo atroz de su barbarie.
El 11 de setiembre del 2001 por la trascendencia en política mundial por el atentado del World Trade Center y los miles de seres humanos que perecieron en él. Dos fechas que cuando las evocamos siempre recordaremos en donde estuvimos en ese preciso momento, qué hacíamos al recibir la noticia. Fechas de reflexión para mirar nuestro ayer, saborear nuestro presente y mirar el mañana y evitar que la historia negra de la humanidad se repita una vez más.