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jueves, julio 05, 2007

Yo denuncio…



El pasado domingo fui a cubrir los comicios electorales del distrito de Hualgayoc, comicios que se desarrollaron con calma y en medio de un ambiente de relativa paz, relativa, debido a la presencia inusual de 80 efectivos de la Policía Nacional con cascos, escudos, chalecos antibalas y bombas lacrimógenas, a ellos se sumaba un número similar de miembros del ejército que resguardaban los únicos dos centros de votación para estos comicios que tenían un carácter de especial.

Hualgayoc es un pueblo pacífico de gente buena y silenciosa que ha figurado en la historia por sus más de 200 años de minería, años en los cuales se convirtió contradictoriamente en uno de los pueblos más pobres del país, pese a ello surgió y vivió en el limbo hasta convertirse casi en un pueblo fantasma que habitaba en la niebla del olvido y la indiferencia. Sin embargo obtuvo una mal ganada fama de pueblo revoltoso debido a la intransigencia de dos personajes belicosos que hicieron y generaron desmanes en las elecciones anteriores, los disturbios finiquitaron en rompimiento de actas y hasta en incineración del material electoral, al mismo estilo del inicio de Sendero Luminoso en la década de los 80 en Ayacucho. Pese a ello, y por increíble que parezca los culpables están libres, uno por pertenecer al Partido Aprista Peruano y el otro por ser un miembro policial, encargado de la comisaría de Hualgayoc que hoy ha sido cambiado a un lugar cercano a ese distrito como merecido castigo. Los responsables están libres y no fueron ni siquiera juzgados.

Gracias a esa actitud un escuadrón nunca visto en Hualgayoc llegó en unidades móviles del ejército y de la PNP a resguardar los comicios, efectivos que habían ido con la consigna de silenciar cualquier intento de insurgencia. Pero los policías llegaron a extremos, trataban a los campesinos como si fuesen vulgares delincuentes o malhechores insensibles, toda palabra que proferían a ellos era un grito seco y sazonado con lisuras sin el mínimo respeto a las personas mayores, mujeres y niños. Esa actitud despótica fue repudiable, los insensatos jovenzuelos recién egresados de la escuela de oficiales de Cajamarca, a quienes por cierto, su uniforme necesitaba algunos ajustes ya que les quedaba flojo y grande en todos los sentidos pensaban que se encontraban en Vietnam o en uno de los juegos de combate que hace un par de años dejaron de jugar en el Internet para ingresar a la escuela de policías.

Definitivamente en un pueblo pequeño los policías siempre se creen los representantes de Dios y omiten la misión que el Estado Peruano les encomendó, esa vocación de servicio y de seguridad se convierte en ellos en una patética actitud de abuso y de vana altivez, más aún cuando frente a ellos está una persona vestida de llanques, sombrero y poncho. Pese a esas actitudes provocadoras, no hubo desmanes ni acto alguno en contra de la libertad de elección y del derecho a elegir democráticamente. Bien decía Manuel Scorza, el poeta peruana muerto en un accidente aéreo en Madrid, ¿Hasta cuándo será la patria el muro donde se orinan los gendarmes?

Miembros de la Policía Nacional del Perú, el Perú les ha encomendado una carrera de servicio no de abusos ni de imposiciones, ustedes son los responsables de velar por el orden del pueblo no de maltratar a los ciudadanos, sean un ejemplo que dignifique a su institución como lo es Ciro Mendoza, “El Tigre” Chavarry, El Capitán Iparraguirre y otros tantos que le dan lustre a su institución.

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